Amor total a Cristo - Revelaciones Marianas
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Otras veces, Jesús le hacía sentir la hostia con sabor a<br />
sangre. Así nos lo dice ella misma: Fui a comulgar y Jesús se ha<br />
hecho sentir de nuevo esta mañana. Apenas tuve la hostia en la<br />
boca, la boca se me ha llenado de sangre, pero aquella sangre era<br />
tan rica que, discurriendo por la boca, la hice llegar al corazón. Así<br />
más de un cuarto de hora 107 .<br />
Alguna vez, el mismo Jesús le llevaba la comunión cuando<br />
estaba enferma en casa. La señora Cecilia recuerda un viernes<br />
santo, como ya hemos anotado: Gema comenzó a hacer su<br />
preparación para la comunión espiritual, que solía hacer del mismo<br />
modo que cuando se hallaba en la iglesia para comulgar sacramentalmente.<br />
Entró en éxtasis. En un determinado momento, vi que<br />
unía las manos, que recobraba los sentidos, le brillaban los ojos y<br />
se le inflamaba súbitamente el rostro como le acontecía cuando<br />
tenía alguna visión extraordinaria. En aquel preciso momento, sacó<br />
la lengua. Poco después la retiró, volviendo a entrar en éxtasis<br />
para la acostumbrada acción de gracias. Supe por la misma Gema<br />
que había sido realmente Jesús y no un ángel quien vino a darle la<br />
comunión 108 .<br />
El padre Germán dice: Por no singularizarse, iba sólo dos<br />
veces al día a la iglesia. Por la mañana, a oír misa y comulgar; y<br />
por la tarde, a la hora de la pública adoración... Una vez en la<br />
iglesia, con modesto porte se dirigía con la mirada todo su ser al<br />
tabernáculo y, sin cuidarse de nada más, cual si estuviese sola y<br />
no hubiese en la iglesia otra cosa que el altar del Santísimo<br />
Sacramento, allá iba y se ponía a orar de rodillas. Sus ojos no se<br />
apartaban de aquel sitio donde, al entrar, se habían fijado... Decía:<br />
“Si Jesús me permitiese entrar en el sagrario, donde está su<br />
cuerpo, su alma y su divinidad, ¿no estaría yo en el paraíso? ¿Qué<br />
me faltaría ya? Oh Jesús, vida de mi alma, paraíso mío, hostia<br />
santa, aquí me tienes. Oí que me buscabas y vine corriendo”... La<br />
Virgen Santísima acompañada de los ángeles de la Eucaristía<br />
asistía a veces a Gema en la sagrada mesa. La bendita joven, con<br />
la inesperada visión, caía en éxtasis y llena de gozo se colocaba a<br />
los pies de su Madre. ¡Cuán hermosa es, me decía, la comunión<br />
hecha en compañía de la celestial Madre! ¿Sabe usted a lo que se<br />
107 Carta a Monseñor Volpi de agosto-setiembre de 1900.<br />
108 Villepelée Jean François, La locura de la cruz: Gema Galgani. Ed. El<br />
Pasionario, Madrid, 1989, p. 234.<br />
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