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HISTORIA DE LA ESPIRITUALIDAD MONÁSTICA - Ser Cisterciense

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hasta entonces mundanamente, se convirtió, llevó una vida austera, y cuatro meses después,<br />

muere. Todo el mundo consternado comenta que se debe al exceso de ascesis, a causa de ese<br />

villano de Jerónimo que le obligó a una vida excesivamente dura. Roma se escandaliza.<br />

Por las mismas fechas, un cierto Elvidio escribe un tratadito en el que pretende<br />

demostrar que María no fue virgen deduciendo que si la virginidad fuese preciosa a los ojos<br />

de Dios, María la hubiese guardado. Jerónimo le responde con su ímpetu habitual en un libro<br />

refutándole vigorosamente. Pero va demasiado lejos haciendo un elogio exaltado de la<br />

continencia, condenando la unión carnal de hombre y mujer. Los ánimos se encrespan. Por la<br />

muerte de Blesilla y la disputa con Elvidio, Jerónimo y Paula deben abandonar Roma. Se van<br />

a instalar en Belén.<br />

Con el tiempo se calmó la situación, pero se reaviva el fuego por un escrito de<br />

Joviniano monje que se casó y para justificarse, explica que la continencia desemboca<br />

normalmente en el matrimonio. El escrito se lee mucho siendo causa de que muchos monjes<br />

cuelguen los hábitos. Jerónimo, acalorado, se lanza de nuevo al ataque; escribe “Contra<br />

Jovinianao”, un escrito tan poco moderado y escandaloso, condenando toda sexualidad, que<br />

deberá retractarse.<br />

Es decir que en Roma se mira con desdén al monacato. Cuando Paulino de Nola,<br />

monje él, llega a Roma en 394, se nos dice que el papa Sirircio le recibió “cum superba<br />

discretione”, esto es, “con reserva orgullosa”. Se desconfía. Y habrá que esperar hasta<br />

comienzos del siglo Vº para que el monacato arraigue de nuevo en Roma. Entonces será un<br />

monacato útil: los monjes acogerán a los peregrinos y se ocuparán de la animación espiritual<br />

y pastoral de las basílicas romanas.<br />

GALIA<br />

De Italia pasamos a la Galia donde acaba de llegar la “Vida de Antonio”. San Martín<br />

oye hablar del monacato egipcio. Se lanza a la vida monástica y tiene una multitud de<br />

discípulos primero en Ligugé, y luego en Marmoutiers cuando le hacen obispo de Tours. Pero<br />

es como fuego de paja: arde un instante y, luego se acabó. A la muerte de Martín, en 397,<br />

Sulpicio Severo describe sus funerales describiendo filas de monjes llorando a su querido<br />

padre Martín. Un mes después, ¿dónde están? Nadie lo sabe. Pero lo que si se sabe es que los<br />

galos no son muy disciplinados: quisieran llegar a abades antes de ser novicios.<br />

Al Sur de Galia, en Lerins y en Marsella, aparecen nuevos ensayos de vida<br />

monástica. Precisamente Juan Casiano va a Marsella para que asienten la cabeza estos<br />

monjes, y para formarles les escribe las “Instituciones” de los monjes de Egipto. Si Casiano<br />

tuvo tanta influencia y éxito es porque el terreno estaba preparado.<br />

IS<strong>LA</strong>S BRITÁNICAS<br />

En las Islas Británicas, encontramos otro tipo de monacato. Nacido en la cristiandad<br />

celta, rechazada hasta el Oeste de la Inglaterra actual por las invasiones anglo-sajonas, es<br />

famoso por dos grandes personajes: Columbano y Patricio. Una de las características de este<br />

monacato es esa forma de ascesis consistente en el desarraigo del país por medio de la<br />

itinerancia: el destierro voluntario. Se vive literalmente la orden de Dios a Abraham: “Sal de<br />

tu tierra”. De ahí ese cierto carácter misionero de este monacato: Patricio va a evangelizar<br />

Irlanda y Columbano fundará monasterios en Galia y hasta en Italia.<br />

Esta búsqueda del destierro voluntario impulsará a los monjes irlandeses a adentrarse<br />

en el mar lejos para construir pequeños monasterios en los lugares lo más inaccesibles que les<br />

fuera posible llegar con sus frágiles barquillas. Con este telón de fondo se han escrito las<br />

aventuras fabulosos de la Navegación de san Brendan.

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