HISTORIA DE LA ESPIRITUALIDAD MONÁSTICA - Ser Cisterciense
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palabra” o “de un solo pensamiento”. Son oraciones cortitas donde una sola<br />
palabra traduce un solo pensamiento.<br />
Todo esto dio origen a la “Oración de Jesús”.<br />
D) La oración continua.<br />
Amerimnia, nepsis, melete, deben llevar a la oración continua. La frase de<br />
san Pablo: “orad sin interrupción” (1 Tes 5, 17) siempre ha interpelado a los<br />
monjes. Y han tratado de responder. Si esta ha sido su preocupación es porque<br />
conocen por experiencia que no es fácil la oración (Texto 52). Son conscientes de<br />
que se trata de un combate. Es más, realistas como son, saben que el hombre no<br />
es un ángel, tiene un cuerpo y hay que alimentarlo. El hombre debe trabajar para<br />
vivir. Así darán una lección a esos ascetas, como los llamados “eujitas”, es decir<br />
“orantes”, que pretenden cumplir a la letra el precepto del Apóstol, tratando de<br />
orar continuamente, y que por eso, se dispensaban del trabajo manual (Textos 53<br />
y 54).<br />
Además, por experiencia sabían de la utilidad del trabajo manual:<br />
En primer lugar, les aseguraba una total independencia; lo cual les permitía<br />
cantar las<br />
cuarenta a los pecadores, fueran quienes fueran, y no adular a los ricos.<br />
También les permitía compartir con los necesitados.<br />
Y sobre todo era, con la oración, el gran remedio contra la acedia que<br />
conduce a la pereza.<br />
Así, Juan el Pequeño, a quien se le preguntó un día: “¿Qué es un monje?”<br />
respondió: “Fatiga, trabajo”. Entendiéndolo del trabajo ascético, pero también del<br />
trabajo manual. Como testimonio este otro apotegma: “Le preguntaron un día a<br />
un anciano: „Qué hay que hacer para salvarse?‟. El anciano trabajaba trenzando<br />
mimbres. Sin dejar su trabajo ni levantar siquiera su cabeza, respondió: “Ya lo<br />
ves”.<br />
El problema estaba en cómo conciliar este trabajo manual tan importante,<br />
con la oración continua a la que tendían los ascetas.<br />
Algunos astutos habían encontrado el truco para orar sin cesar (Texto 55).<br />
Pero esta solución un tanto ingenua no satisfacía a todos. Otros apotegmas nos<br />
ponen en la buena pista (Textos 56 y 57). Lo cual quiere decir que, además de las<br />
palabras, existe una oración del corazón, una orientación del corazón a Dios, que<br />
puede darse sin palabras. Multiplicando las meletai, ejercicios de oración, estos<br />
monjes llegan a una oración sencilla, a una oración del corazón. El corazón,<br />
entonces, vela. En este mismo sentido san Basilio distinguirá “las oraciones” y<br />
“la oración”. Las oraciones merecen la gracia de la oración. Esta gracia de la<br />
oración continua, se da cuando la caridad establece su morada en el corazón. Así