antena conventual - Franciscanos Conventuales de España
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isaBel español<br />
Concomitancias<br />
Comunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> entusiasmo<br />
on un Toyota rojo y veinte años, dos ami-<br />
C gas, cristianas fervorosas, recorren la autopista<br />
fe<strong>de</strong>ral <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Nueva York rumbo a la Alta<br />
California. Quieren seguir la ruta <strong>de</strong> las veintiuna<br />
misiones que en el siglo XVIII, bajo el impulso<br />
<strong>de</strong> fray Junípero Serra, fundaron un puñado <strong>de</strong><br />
franciscanos, andando y a lomos <strong>de</strong> unas mulas.<br />
La ruta configura lo que se conoce como Camino<br />
Real, 1.000 kilómetros bor<strong>de</strong>ando el Pacífico,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> San Diego. No tienen prisa. Oran cada<br />
día, Biblia en mano, y escriben un diario.<br />
En algún lugar alto <strong>de</strong> Arizona –no saben<br />
bien dón<strong>de</strong>– paran a dormir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l coche.<br />
La tibia brisa nocturna silba por las rendijas <strong>de</strong><br />
las ventanillas soplando promesas y una arena<br />
fina se posa sobre la luna <strong>de</strong>l parabrisas, marco<br />
ambulante <strong>de</strong> sus liberta<strong>de</strong>s<br />
primeras. De vez en cuando,<br />
el estremecimiento <strong>de</strong> las<br />
alas <strong>de</strong> algún ave nocturna<br />
abriendo zanjas en la negra<br />
noche en rito atávico.<br />
Al alba, salen <strong>de</strong>l coche<br />
tiritando. Se asoman a la barandilla<br />
<strong>de</strong>l mirador don<strong>de</strong><br />
aparcaron por casualidad.<br />
No dan crédito a sus ojos: a<br />
sus pies el Gran Cañón <strong>de</strong>l<br />
Colorado, un laberinto <strong>de</strong><br />
grietas, fisuras y quebradas<br />
esculpidas en rocas <strong>de</strong> inusitadas siluetas. Las<br />
cimas resplan<strong>de</strong>cen tornasoladas como broches<br />
<strong>de</strong> madreperla al tenue reflejo <strong>de</strong>l sol naciente;<br />
las últimas hebras <strong>de</strong> bruma se van disipando.<br />
Al final, el horizonte ar<strong>de</strong> en una fogata, protestando<br />
por la indiferencia <strong>de</strong> la noche. Ha amanecido.<br />
Descien<strong>de</strong>n hacia la autopista como habiendo<br />
sobrepasado algún límite –ellas, que aún<br />
no conocen ninguno–, y suspiran ante el enigma<br />
<strong>de</strong>l “qué me <strong>de</strong>parará la vida”, con la sonámbula<br />
dulzura <strong>de</strong>l que no ha hecho ningún voto.<br />
La cumbre y la sima, dos polos <strong>de</strong> una tensión<br />
que no afloja. El ser humano pasa sus días<br />
yendo y viniendo, sin permanecer en ninguno <strong>de</strong><br />
ellos. Su situación típica es el “entre” (el metaxú,<br />
<strong>de</strong>cía Platón), la inestabilidad. Jesús ya advirtió<br />
a sus discípulos <strong>de</strong> que no por estar más alto<br />
se está más a salvo, pues la tentación <strong>de</strong> la autocomplacencia,<br />
el <strong>de</strong>scuido y la presunción se<br />
mueve bien a cualquier altitud. El alpinista atrevido<br />
y el artista inspirado saben que para empren<strong>de</strong>r<br />
un ascenso hay que partir <strong>de</strong> un estado<br />
interior <strong>de</strong> honestidad, sin gula <strong>de</strong> festines metafísicos.<br />
En los parajes “entre” se pier<strong>de</strong> la visión panorámica<br />
apoteósica <strong>de</strong> una belleza sobrecogedora<br />
por lo que tiene <strong>de</strong> abismal (hacer visible<br />
una imagen presupone una brecha, un abismo,<br />
entre el sujeto que ve y el objeto que es visto).<br />
La belleza gana, sin embargo, en sonido y tacto;<br />
es inmediata, <strong>de</strong> contornos <strong>de</strong>finidos, concreta,<br />
accesible. Está hecha <strong>de</strong> voces que uno escucha,<br />
conoce y reconoce entre mil, como el llanto<br />
<strong>de</strong> un hijo. Atañe personalmente, involucra. Pues<br />
amar y embellecer es una única cosa. E irradiar<br />
ese amor y hacer que otros <strong>de</strong>scubran su belleza<br />
es <strong>de</strong>jar participar en un misterio que no<br />
es la pregunta por el <strong>de</strong>venir, sino el tesoro que<br />
custodiamos en nuestro interior, hecho <strong>de</strong> los<br />
esfuerzos <strong>de</strong> Dios por sacarnos a<strong>de</strong>lante.<br />
El hombre cuerdo se protege por instinto <strong>de</strong><br />
esos estados <strong>de</strong> exaltación que levantan remolinos<br />
<strong>de</strong> aire para dispersarlo en las nubes. Debería<br />
protegerse también <strong>de</strong>l miedo a otros vientos<br />
que ensanchan nuestro yo habitual, a la vez que<br />
le impulsan a <strong>de</strong>spejar el camino <strong>de</strong> hojarasca.<br />
Me refiero al fervor, al entusiasmo. Son vivencias<br />
originarias, estaban ahí cuando hicimos nuestras<br />
opciones vitales y son una fuente irrenunciable<br />
<strong>de</strong> vigor espiritual. Hay que procurar que no se<br />
conviertan en un gen recesivo, tan irrecuperable<br />
como la inocencia.<br />
El grupo es heterogéneo, no siempre son los<br />
mismos, no conocen muchos <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> su vida<br />
personal; no “quedan”, solo “coinci<strong>de</strong>n”. No son<br />
un equipo médico ni una orquesta. Después <strong>de</strong>l<br />
Rosario y <strong>de</strong> la Misa <strong>de</strong> 8, charlan en corro, <strong>de</strong><br />
pie, en el porche <strong>de</strong> la iglesia, haga frío o calor;<br />
les une un vínculo inefable <strong>de</strong> complicidad, comparten<br />
“aquello”. Al rato se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n con un brillo<br />
alegre en los ojos, cada uno tira para su calle,<br />
con la ilusión <strong>de</strong> volver a coincidir allí. Estos feligreses<br />
<strong>de</strong> a pie acaso forman, sin saberlo, una<br />
comunidad <strong>de</strong> entusiasmo.<br />
Antena<br />
Conventual<br />
MARZO 2013 / 11