antena conventual - Franciscanos Conventuales de España

Señor de
la vida y de
la historia
Creer que Jesús ha resucitado supone
tal exceso que ya nada vuelve a ser
lo mismo. Aceptar de todo corazón la
resurrección es disolver nuestras tendencias
discriminatorias.
Me encuentro en Asís, participando en el
CC Capítulo General de la Orden de los
Franciscanos Conventuales, y pensando en esta
reflexión, que cuando llegue a vuestras manos
será cerca de la Pascua, quería hablaros de un
fresco pintado por Giotto que he tenido delante
de mis ojos durante un mes en la basílica inferior
de San Francisco, en Asís.
No estaba seguro si poner a Jesús solo o toda
la escena de la “Aparición de Jesús resucitado a
María Magdalena”. Lo cierto es que desde el siglo
IV la aparición a María Magdalena, la primera de
Jesús resucitado, ha sido un tema artístico recurrente,
principalmente pictórico, en la iconografía
cristiana, de suerte que se denomina “noli me
tángere” (no me toques) a la representación de ese
relato evangélico.
Giotto fue un artista florentino que, como
dijeron en su momento, “tradujo el arte de pintar
del griego (a la manera bizantina) al latín (a la
manera clásica), convirtiéndolo al estilo moderno”.
Así se da a entender que con él se iniciaba
la renovación de la pintura y el abandono de los
convencionalismos del estilo gótico.
La religiosidad franciscana del artista le hace
sentir un enorme interés por el ser humano y el
mundo natural que le rodea; esto se traducirá
en una humanización de sus figuras y en un
naturalismo en la representación de sus composiciones.
Efectivamente, en el lado inferior izquierdo
del fresco está María Magdalena levantando los
brazos, la mirada y la vida a Jesús. “Noli me tángere”,
he resucitado, no me retengas más, soy el
Señor de la vida y de la historia, voy a Galilea y
a cualquier lugar del mundo donde los hombres
proyecto
pastoral
Juan antonio adánez
estén dispuestos a colaborar conmigo en el advenimiento del Reino,
parece decir el Resucitado.
Hijos del tercer día
Tras la resurrección al tercer día, la auténtica Pascua de la historia
ha comenzado ya. Todo pasa ahora por la dimensión pascual.
Cuando todo florece y los colores inundan el universo, os recuerdo
que todo adquiere sentido desde la luz pascual, añade simbólicamente
el Resucitado.
La experiencia pascual tiene que hacer de nosotros personas
auténticas, caracterizadas por una libertad verdadera, fruto del
Evangelio, por la cercanía a la Palabra y a los sacramentos, por
relaciones humanas serenas y fraternas, personas en búsqueda de
lo esencial.
La Pascua nos recuerda que hay que reconstruir la unidad en la
diversidad. La experiencia de la Pascua y de Pentecostés siempre se
opondrá a la tentación unificadora de Babel, y puede que también
de la globalización: las cosas, el otro, los demás habitados por el
Espíritu tienen una riqueza propia, reflejo de la polícroma sabiduría
de Dios. Hay que atrevernos a “ser diferentes” como fuente de riqueza
personal y comunitaria.
La resurrección nos recuerda también que no es verdad que
la historia tenga que discurrir inevitablemente por caminos de
injusticia y sufrimiento. Hay alternativas. Dios está comprometido
en promover un mundo diferente y mejor. Por eso es importante
meterse de lleno en esta dinámica de vida y esperanza.
Cuando en los cristianos se debilita esta experiencia, la Iglesia
corre el riesgo de quedarse sin su fuerza vivificadora, sin audacia
evangélica, y cae en la mediocridad. Con el Espíritu de Cristo
Resucitado brota en nosotros la promesa del infinito. Ese es el gran
regalo, la auténtica libertad. Y vaya regalo que nos hace el Señor, el
mejor. Él nos dice: ¡Ánimo, soy yo, he resucitado! ¡Curad la vida!
Antena
Conventual MARZO 2013 / 5