CATE Q U E TICA - Editorial Sal Terrae

Una mirada detenida a los grupos de
nuestras catequesis de infancia-adolescencia
nos obliga a descubrir que más
que encontrarnos con una situación, nos
encontramos realmente con varias y distintas
situaciones.
No saber diferenciarlas, para interpretar
cada una como sea acertado y
para responder a cada una como sea
debido, nos puede llevar a creer que
todas exigen el mismo tipo de respuesta
para al final no responder a ninguna.
Al mismo tiempo creemos también
que es una situación compleja porque
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está constituida por distintos estratos y
en ella convergen o inciden distintos elementos.
No es el momento de describir la pluralidad
existente ni de comentar los distintos
factores que integran la realidad
de esa situación. Simplemente vamos a
enumerar algunos que nos parece han
de ser tenidos especialmente en cuenta
tanto en el análisis como en la respuesta.
Señalemos, en primer lugar, la sociedad
en la que vivimos y de la que los cristianos
formamos parte. Lo hacemos, no
para indicar su «negatividad» en relación
a nuestra misión, sino para precisar
su «novedad» en la que la comunidad
cristiana está llamada a acertar evangélicamente
con el lugar que ha de ocupar y
en la que tiene que desarrollar su quehacer.
Tengamos en cuenta los distintos
tipos de familia a las que pertenecen las
niñas y niños o adolescentes que forman
nuestros grupos. Pensemos no sólo en
los distintos tipos de familia en cuanto a
su postura teórica ante la fe y a su real
vivencia cristiana, sino también los distintos
tipos de su autocomprensión
como familia y la distinta visión y compromiso
que tengan de su rol educativo
para todas las dimensiones de la persona
de sus hijos. La atención a estos aspectos
nos proporcionará conocer adecuadamente
las distintas familias y las distintas
infancias que habitan los mismos grupos
y programas de nuestra catequesis
Es determinante la imagen que los
educadores cristianos tengamos de la
infancia y de la adolescencia. En primer