El reloj de la vida (Bruno y Louise Huber) - Api Ediciones

que originan los impulsos hacia el desarrollo individual que
se desencadenan, fundamentalmente, en las cúspides angulares.
Cuando nacemos comenzamos a recorrer el sistema
de casas del horóscopo pero, al mismo tiempo, en cierto
modo, también pasamos a estar “colgados” del retículo. Dos
poderosos impulsos o fuerzas de empuje nos obligan a relacionarnos
con nuestro espacio vital para evolucionar en el
mismo obedeciendo a cuatro impulsos básicos complementarios
y diferentes. Estos impulsos vitales nos empujan
a desarrollarnos para llegar a ser lo que, por esencia, somos
y debemos permitir que salga a la luz.
La línea horizontal simboliza el impulso de contacto, es
decir, la fuerza que nos lleva desde el yo al tú. La línea
vertical, que va de abajo hacia arriba, simboliza nuestro
afán de abandonar la masa para convertirnos en individuos.
Como seres humanos, nos encontramos atrapados
entre estas dos direcciones de desarrollo, experimentándolas
como opuestas en nuestro interior hasta que somos
capaces de integrarlas en la vida.
Por una parte, en nuestro interior sentimos el impulso
hacia la individualización: deseamos intensamente convertirnos
en seres únicos y originales, en individuos que
sobresalen de la masa, diferenciándose de los demás. Por
otra parte, debemos encontrar nuestro sitio dentro de un
Todo mayor. Para poder vivir, casi siempre debemos
limitar nuestras tendencias individualistas y pretensiones
en favor del colectivo al que pertenecemos. Ésta es precisamente
la tensión polar entre la zona inferior y la
zona superior del horóscopo, es decir, entre el IC y el
MC.
El otro impulso de desarrollo que sentimos está en la dirección
del yo al tú y exige que dejemos de ser individuos
220