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1. La paz CATEQUESIS DE ADULTOS - Editorial Sal Terrae

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<strong>CATEQUESIS</strong> <strong>DE</strong> <strong>ADULTOS</strong><br />

<strong>1.</strong> <strong>La</strong> <strong>paz</strong><br />

<strong>La</strong> realidad<br />

Shalom, eirene, pax, boboko, paix, <strong>paz</strong>, n´sike, pau, pace, piece, salam, pakea, friede,<br />

amahoro... En todas las lenguas del mundo se invoca la <strong>paz</strong> como uno de los más<br />

hermosos bienes de la vida y a la vez de mil modos distintos, desde Caín hasta la última<br />

violencia de nuestros días, se destruye la <strong>paz</strong>. En esta dramática contradicción vive el<br />

hombre desde que se irguió por primera vez en algún punto del planeta.<br />

Hay una <strong>paz</strong> interior y personal, fruto de unas actitudes y de una conducta personal.<br />

Es una <strong>paz</strong> inalienable y puede resistir intacta aun en medio de las mayores violencias;<br />

es un tesoro tan alto que siempre se la consideró como un regalo de los dioses. Hoy esta<br />

<strong>paz</strong> íntima, que anida en el corazón de cada persona, es una <strong>paz</strong> difícil y amenazada: la<br />

abundancia o la pobreza, la prisa o el paro, la ambición o la desolación, la indiferencia<br />

o la guerra, el consumo sin medida o la carencia de lo más fundamental, el hastío o la<br />

desesperación... son fuerzas muy distintas, y hasta opuestas, pero todas son capaces de<br />

acabar con la <strong>paz</strong> en el espíritu del hombre.<br />

Igualmente hermosa y amenazada es la <strong>paz</strong> entre las personas. Es fruto de las más<br />

hermosas gracias de la persona humana: el diálogo, el perdón, la tolerancia, la justicia,<br />

la moderación, la bondad, el respeto... Está claro que la <strong>paz</strong> es resultado de un esfuerzo,<br />

casi de un programa, y que no surge espontáneamente, sino que hay que hacerla una<br />

y otra vez, constantemente, cada día. Por eso mismo es también una <strong>paz</strong> amenazada<br />

y frágil; cada uno es testigo - culpable o víctima - de cuán fácil es romper la armonía<br />

de la <strong>paz</strong> entre las personas. <strong>La</strong> organización misma de la sociedad actual y la escala de<br />

valores y prioridades que propone favorece y a veces provoca directamente esa ruptura<br />

y hace difícil, si no imposible, la recuperación de la <strong>paz</strong> perdida. Cada uno puede hacer<br />

una larga lista de aquellas circunstancias sociales que hoy hacen difícil el camino de la<br />

<strong>paz</strong> entre las personas.<br />

De todas formas es la <strong>paz</strong> entre los pueblos y las naciones la que aquí más nos<br />

interesa. Es la más difícil y la más maltratada. Depende de tantos factores y de tanta<br />

envergadura y sujetos a tantos intereses que el camino hacia ella es de una enorme<br />

complejidad:<br />

El poder:<br />

el ansia de poder o el conflicto entre poderes, sean políticos o económicos, son la<br />

primera fuente de los ataques contra la <strong>paz</strong>. Ésta no tiene apenas valor frente a las<br />

ventajas de poder que la manipulación, la violencia o la injusticia pueden ofrecer.<br />

Aquí cabe citar desde las guerras de colonización hasta los enfrentamientos armados por el<br />

control de cualquier territorio rico en cualquier mineral importante, desde la guerrilla o el<br />

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terrorismo financiados desde fuera hasta la guerra desatada por los viejos rencores tribales.<br />

<strong>La</strong> <strong>paz</strong> no vale nada cuando hay por medio una franja, por pequeña o caprichosa que sea,<br />

de poder.<br />

<strong>La</strong> diferencia:<br />

puede ser de raza o de cultura, de religión o de situación económica, de ideas o de<br />

formas políticas... Casi todo lo que diferencia, que debiera enriquecer, crea intolerancia<br />

y hostilidad y ha sido, y sigue siendo, pretexto para romper la <strong>paz</strong> y provocar la<br />

hostilidad y la guerra. Sin olvidar que hay diferencias tan injustas que en ese caso<br />

desde muchas instancias de pensamiento se justifica la guerra para alcanzar la justicia<br />

y, desde ella, una <strong>paz</strong> justa.<br />

<strong>La</strong> enorme variedad en la que viven los hombres es causa frecuente de enfrentamientos que<br />

hacen imposible la <strong>paz</strong>: blancos y negros, negros y blancos, pobres y ricos, ricos y pobres,<br />

indígenas e invasores, invasores e indígenas, una religión y otra religión, otra religión y una<br />

religión, sur y norte, norte y sur, paralelo arriba y paralelo abajo, frontera abajo y frontera<br />

arriba... y así hasta nunca acabar.<br />

<strong>La</strong>s armas:<br />

hay una negra ironía en el viejo dicho “Si quieres la <strong>paz</strong>, prepara la guerra”, porque<br />

de ahí han nacido buena parte de las guerras entre las naciones. <strong>La</strong> carrera de<br />

armamentos, como supuesto elemento de disuasión, ha provocado guerras sin cuento<br />

y ha sumido en la miseria a naciones enteras. El negocio de las armas necesita guerras<br />

para aumentar ganancias. ¿Qué haría un fabricante de paraguas si pudiera provocar<br />

la lluvia?<br />

Hay información abundante y de fácil acceso sobre la fabricación y la venta de armas, así<br />

como sobre la incidencia del gasto en armamento en el presupuesto anual de cada país y<br />

en la quiebra económica de no pocos países pobres. <strong>La</strong> guerra es un negocio sin límites y<br />

España es uno de los países más implicados en el negocio de las armas.<br />

<strong>La</strong> injusticia:<br />

es fuente interminable de violencia, contenida o manifiesta, social o bélica, controlada<br />

o desatada, pero violencia siempre real y llena de dolor y muerte para los que la<br />

sufren. <strong>La</strong> <strong>paz</strong> no es sólo ausencia de actos armados, es sobre todo un ordenamiento<br />

justo de todas las relaciones sociales. Cuando esto falta, la <strong>paz</strong> no existe, aunque no<br />

haya guerra ni suenen las armas.<br />

Esta situación, sin guerra y sin <strong>paz</strong>, la viven muchos pueblos y países del mundo, en los<br />

que la injusticia está asentada tanto en sus estructuras sociales, como en sus relaciones<br />

económicas y comerciales con otros países. Para muchos países, hoy sin <strong>paz</strong>, sigue siendo<br />

cierto que la <strong>paz</strong> es obra de la justicia.<br />

<strong>La</strong>s naciones, ante la abundancia de guerras y las dificultades para la <strong>paz</strong>, crearon<br />

organismos supranacionales que pudieran controlar, más allá de la soberanía nacional,<br />

los peligros de guerra y los pasos para la <strong>paz</strong>. Así nació la ONU como espacio de<br />

diálogo y de presión política, para cortar cualquier peligro de guerra y para facilitar<br />

las gestiones de <strong>paz</strong>; pero en muchos casos, controlada y maniatada por el veto de los<br />

grandes, sólo responde a los intereses de quienes tienen el poder de aceptar o vetar<br />

sus decisiones.<br />

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Y no dejamos de recordar a tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia, larga<br />

y dura, han ido creando el espíritu de la <strong>paz</strong>, desde Abel, desvalido y pacífico, hasta<br />

Mathama Gandhi, Juan XXIII o Desmond Tutu, pasando por cuantos se han alineado<br />

en cualquier acción de no-violencia y de <strong>paz</strong>.<br />

Y la <strong>paz</strong> con Dios, que no es ajena en absoluto a estas otras formas de <strong>paz</strong>. El<br />

hombre que está en <strong>paz</strong> con su Creador alcanza la medida de su estatura humana y de<br />

Él recibe el don de una <strong>paz</strong> feliz y bienaventurada.<br />

<strong>La</strong> Palabra<br />

Trescientas cincuenta veces sale en la Biblia la palabra <strong>paz</strong>, sin olvidar, a la hora de<br />

la cifra exacta, las variaciones que puede haber de una traducción a otra. Doscientas<br />

cincuenta y tres en el Antiguo Testamento y noventa y siete en el Nuevo: esta abundancia<br />

certifica ya la importancia de la <strong>paz</strong> tanto como actitud individual ante Dios y ante los<br />

hombres, como actitud pública entre los grupos humanos y las naciones.<br />

El Señor te bendiga y te guarde, el Señor te muestre su rostro radiante y tenga<br />

piedad de ti, el Señor te muestre su rostro y te conceda la <strong>paz</strong>. (Dt 6, 24-26)<br />

En la casa en la que entréis, decid primero: Paz a esta casa. Y si allí hay un hijo<br />

de la <strong>paz</strong>, sobre él descenderá vuestra <strong>paz</strong> (Lc 10, 5)<br />

Ante todo es, en el Antiguo Testamento y en las literaturas antiguas, una experiencia<br />

de bienestar, como fruto de un espíritu interior que se desarrolla en armonía consigo<br />

mismo y con Dios o como resultado de unos bienes externos que se disfrutan con<br />

abundancia, con quietud y sin amenaza. Por eso equivale no pocas veces a salud,<br />

prosperidad, bendición, felicidad, descendencia... También aparece con el sentido<br />

de estabilidad y tranquilidad, como <strong>paz</strong> política y social después o no de una victoria<br />

militar. Es el significado más frecuente, tal vez porque el Israel del Antiguo Testamento<br />

conoció más la guerra y la derrota que la estabilidad o la victoria militar.<br />

<strong>La</strong>s armas, ya inútiles, se convertirán en herramientas de trabajo en <strong>paz</strong> (Is 2, 4)<br />

Príncipe de la <strong>paz</strong>, es uno de los títulos del que viene (Is 9,6)<br />

<strong>La</strong> convivencia pacífica de animales tan contrarios expresa la grandeza de la<br />

<strong>paz</strong> que se anuncia entre los hombres (Is 11, 1-9)<br />

“Shalom” expresa también una relación armoniosa entre las personas, por eso se utiliza,<br />

hasta hoy, como saludo y señal de encuentro. Y, por supuesto, se utiliza también para<br />

señalar la relación entre el Dios y el hombre, entre el Señor y su pueblo. Es una <strong>paz</strong><br />

difícil, tensa, rota muchas veces y rehecha otras tantas, gratuita, convertida en alianza<br />

por iniciativa de Dios. De hecho Dios mismo acaba siendo la <strong>paz</strong> del hombre y de su<br />

pueblo: sin <strong>paz</strong> no hay abrazo entre la criatura y su Dios.<br />

<strong>La</strong> <strong>paz</strong> y la justicia como pasos entre Dios y el hombre (<strong>Sal</strong> 85,11)<br />

<strong>La</strong> <strong>paz</strong> será obra de la justicia (Is 32, 17)<br />

El heraldo la anuncia como Buena Noticia (Is 52, 7)<br />

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En todos estos casos la <strong>paz</strong> es sobre todo camino y búsqueda: el hombre tiene que seguir<br />

sus huellas y caminar tras ella (<strong>Sal</strong> 34, 15). Y es también un don de Dios (Dt 6, 26).<br />

En el Nuevo Testamento prevalece la <strong>paz</strong> como relación positiva con los demás y, sobre<br />

todo, como relación con Dios, de quien nos viene la <strong>paz</strong> como don y responsabilidad,<br />

como gracia y tarea:<br />

<strong>La</strong> <strong>paz</strong> como don que llega de las alturas de Dios (Lc 2,14)<br />

Promesa de bienaventuranza para los que construyen la <strong>paz</strong> (Mt 5, 9)<br />

<strong>La</strong> <strong>paz</strong> con los demás es condición para ser escuchado por Dios (Mt 5, 24)<br />

<strong>La</strong> <strong>paz</strong> es el don que los discípulos anuncian (Lc 10, 5)<br />

Es el saludo del Resucitado (Jn 20, 21)<br />

Esta <strong>paz</strong> es muy distinta a la <strong>paz</strong> del mundo (Jn 14, 27; Mt 10, 34.39), pues no es una<br />

<strong>paz</strong> armada ni interesada ni impuesta ni de apariencias, sino nacida de Dios, acogida<br />

en el corazón, hecha reconciliación y ejercida con amor. Por eso la <strong>paz</strong> es uno de los<br />

frutos del Espíritu (Gal 5, 22), pues Cristo mismo es nuestra <strong>paz</strong> (Ef 2, 14), Él mismo<br />

ha matado al odio en la cruz (Ef 2, 16) y para vivir en ella, en la <strong>paz</strong>, formamos un solo<br />

cuerpo (Col 3, 15). <strong>La</strong> <strong>paz</strong> es la expresión con la que se abrazan los dones del Espíritu de<br />

Dios (Jn 14, 26-27) y las fidelidades del hombre, y resume todas las gracias de Dios.<br />

Juicio cristiano<br />

Desde esta Palabra queda juzgada nuestra situación de violencia o de <strong>paz</strong>, tanto en<br />

nuestras relaciones personales como en la relación entre las naciones. Y por supuesto<br />

en nuestra relación personal y comunitaria con Dios.<br />

Cada persona, por su misma dignidad y en bien de los otros, necesita vivir y sentirse<br />

en <strong>paz</strong>. Esto es hoy de especial importancia, al vivir y convivir en una sociedad áspera,<br />

ruidosa y violenta. Cada uno debe medir y juzgar, desde la <strong>paz</strong> vivida y ofrecida por<br />

Jesús, su grado de <strong>paz</strong> interior: desde el corazón de cada ciudadano se va levantando<br />

la <strong>paz</strong> de todos. Sólo la construye quien la tiene.<br />

Vivir la <strong>paz</strong> y hacerla cada día con los demás pertenece a lo más irrenunciable del<br />

Evangelio: el mandato de la <strong>paz</strong> atraviesa cada línea del Sermón del Monte, desde<br />

la séptima bienaventuranza (Mt 5, 9) hasta la exigencia de no juzgar ni condenar (7,<br />

1), pasando por la abundancia de justicia (5, 20), por la reconciliación (5, 24), por la<br />

paciencia y la humildad (5, 39), por la solidaridad y la gratuidad (5, 39-42), por el amor<br />

a los enemigos (5, 43), por la verdad y la sinceridad (6, 1-6), por el perdón (6, 12-15),<br />

por el desprendimiento y por la libertad (6, 19-34). Todo un programa para vivir y<br />

hacer la <strong>paz</strong> con todos. Y de obligado cumplimiento.<br />

Finalmente la <strong>paz</strong>, don de Dios y tarea nuestra, es también un modo de relación entre<br />

Dios y el hombre. Y esta <strong>paz</strong>, última por más alta y más honda, es raíz y corona de todas<br />

los demás ejercicios y experiencias de la <strong>paz</strong>.<br />

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Textos complementarios<br />

«<strong>La</strong> solidaridad que proponemos es un camino hacia la <strong>paz</strong> y el desarrollo. En efecto,<br />

la <strong>paz</strong> del mundo es inconcebible si no se reconoce, por parte de los responsables,<br />

que la interdependencia exige de por sí la superación de la política de los bloques, la<br />

renuncia a toda forma de imperialismo económico, militar o político y la transformación<br />

de la mutua desconfianza en actitudes de colaboración... El lema del pontificado de mi<br />

predecesor Pío XII era Opus iustitiae pax, la <strong>paz</strong> como fruto de la justicia. Hoy se podría<br />

decir, con la misma exactitud y análoga fuerza de inspiración bíblica (cf Is 32, 17;<br />

Sant 3, 18), Opus solidaritatis pax, la <strong>paz</strong> como fruto de la solidaridad. El objetivo de la<br />

<strong>paz</strong>, tan deseada por todos, sólo se alcanzará con la realización de la justicia social e<br />

internacional» (Juan Pablo II)<br />

«El conjunto de estos bienes se expresa en el saludo bíblico “shalom”, con el que se<br />

desea la <strong>paz</strong> como síntesis de todos los bienes necesarios y posibles. Esta <strong>paz</strong> significa<br />

bienestar, prosperidad material y espiritual, sosiego y felicidad, bendición de Dios y<br />

estima de los hombres de buena voluntad.<br />

Aunque la <strong>paz</strong> sea un don que Dios concede a su pueblo (<strong>Sal</strong> 4, 9; 34, 15; 35, 27;<br />

85, 9), la construcción de la <strong>paz</strong> es también tarea de los hombres; para ello es preciso<br />

vivir con sentimientos de reconciliación, con espíritu de justicia y con actitudes de<br />

solidaridad y misericordia hacia los más débiles. Cuando no hay justicia, se dice <strong>paz</strong>,<br />

<strong>paz</strong>... pero no hay <strong>paz</strong> (Jer 6, 14)» (Comisión Permanente del Episcopado Español, 1986)<br />

«El tema de la <strong>paz</strong> podría ser clarificado escuchando las siguientes llamadas de alerta:<br />

<strong>1.</strong> Un discurso de neutralidad y no-violencia para los cristianos corre peligro de ser<br />

directa o indirectamente el sostén de los opresores.<br />

2. Una teología que no desarrolla un análisis de la sociedad ca<strong>paz</strong> de comprender los<br />

mecanismos de injusticia y opresión... apoyaría un tipo de fe y de espiritualidad que<br />

prima el “otro mundo”, el compromiso privado e individual.<br />

3. Olvidar el contexto de nuestra sociedad armada y conflictiva puede tergiversar la<br />

concepción de la violencia y los movimientos de no-violencia, minusvalorando la<br />

resistencia y la solidaridad.<br />

4. Clarificar la reivindicación evangélica de la no-violencia absoluta que aparece sobre<br />

todo en Mateo, ya que la <strong>paz</strong> sólo puede ser fruto de la justicia.<br />

5. Relacionar adecuadamente lo interior y lo social, para evitar que el “personalismo”<br />

reivindicado por ciertos sectores eclesiales obscurezca el carácter propiamente<br />

subversivo de la acción misma de Jesús.<br />

Manuel G. Guerra<br />

- ¡Democrad!. ¡Libertacia!. ¡Puebla del vivo!<br />

¡No dictaremos más admitidores!.<br />

Pro lometemos, samas y deñores,<br />

nuestro satierno va a gobisfacerles.<br />

Firmaremos la gaz, no habrá más perra,<br />

zaperán juntos el queón y el lordero,<br />

y quieto promerer y promero,<br />

vamos a felicirles muy hacerles.<br />

(Y el horimento bajo el farizonte,<br />

o el firmazonte bajo el horimento<br />

- ye ca no sé- billaba, gona y aro).<br />

- Que se me raiga un rayo si les miento:<br />

fumos soertes y, mo lás pimportante,<br />

¡blasamos hiempre claro!.<br />

Carmen Jodra<br />

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«Yo tuve un sueño. Soñé que un día esta nación se alzará y vivirá de acuerdo con<br />

las verdaderas convicciones de su credo. Nosotros proclamamos esta verdad: todos los<br />

hombres son creados iguales.<br />

Sé que un día en las rojas colinas de Georgia los hijos de los antiguos esclavos y los<br />

hijos de sus amos se sentarán juntos en mesa de hermandad.<br />

Soñé que un día el ancho Estado de Mississippi, un Estado asolado por el calor de la<br />

injusticia, con el peso de la opresión, se transformaba en un oasis de <strong>paz</strong>.<br />

Soñé que mis cuatro hijos negros vivirán un día en un país donde no serán juzgados<br />

por el color de su piel, sino por el contenido de su personalidad.<br />

Hoy he tenido un sueño.<br />

Sé que un día los valles serán rellenados, las montañas serán aplanadas, serán<br />

redondeadas las aristas, los caminos tortuosos serán enderezados y la gloria del Señor<br />

se revelará y todos la contemplaremos juntos.<br />

Esta es nuestra esperanza».<br />

M. Lutero King<br />

«“¡Paz!”, le dirán como saludo de parte del Dios misericordioso» (El Corán 36,58)<br />

«Si se inclinan hacia la <strong>paz</strong>, inclínate tú también hacia ella. Y confía en Dios: Él es quien<br />

todo lo oye, quien todo lo sabe» (El Corán 8, 61)<br />

Oh Dios,<br />

bendice a este pueblo que busca su propio rostro<br />

bajo sus máscaras y a duras penas se reconoce...<br />

Bendice a este pueblo que rompe sus lazos...<br />

Y con él, bendice a todos los pueblos de Europa,<br />

a todos los pueblos de Asia,<br />

a todos los pueblos de África,<br />

a todos los pueblos de América,<br />

que sudan sangre y sufrimientos.<br />

Y mira, en medio de millones de tormentas,<br />

la enorme marejada que se eleva contra la proa de mi pueblo.<br />

Y concede a sus cálidas manos que ellas puedan rodear<br />

la tierra en un abrazo de manos fraternas<br />

bajo el arco iris de la <strong>paz</strong>.<br />

Leopold S. Senghor<br />

«<strong>La</strong> <strong>paz</strong> que nos reclama, que toca nuestro corazón y por la que estamos decididos<br />

a sacrificarnos, supone que se respeten plenamente los derechos de todos: los derechos<br />

de Dios y los derechos del hombre. No sólo los derechos de unos pocos privilegiados,<br />

sacrificando los de otros muchos, sino los derechos de cada hombre y los derechos de<br />

todos los hombres...<br />

Acuso a los verdaderos autores de la violencia, tanto de la derecha como de la<br />

izquierda, que hieren de muerte a la justicia y que impiden la <strong>paz</strong>... Como cristianos<br />

estamos del lado de la no-violencia, que no significa pasividad ni debilidad. <strong>La</strong> noviolencia<br />

es creer, más que en la violencia de la guerra y del odio, en la fuerza de la<br />

verdad, de la justicia y del amor.<br />

H. Cámara<br />

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Verdad que sería bonito<br />

que las espadas fueran sólo un palo de la baraja,<br />

que el escudo fuera una moneda portuguesa<br />

y un tanque una jarra de cerveza.<br />

Verdad que sería bonito<br />

que las bases fueran el lado de un triángulo,<br />

que las escuadras fueran sólo reglas de dibujo<br />

y los gatillos gatos pequeños.<br />

Que apuntar fuera sólo soplarle la tabla a un amigo,<br />

que disparar fuera darle una patada a un balón<br />

y los persing fueran esa marca de rotulador<br />

con los que tú siempre pintas mi corazón.<br />

Verdad que sería bonito<br />

que las bombas fueran globos de chicle,<br />

que la sirenas fueran peces con cuerpo de mujer<br />

y las granadas una clase de fruta.<br />

Que la alarma fuera un grupo de rock and roll,<br />

que la pólvora fuera hacer fuegos artificiales<br />

y que los persing siguieran siendo<br />

una marca de rotulador<br />

con los que tú pintas mi corazón<br />

y no existiera más arma en el mundo...<br />

más que ¡mi arma! con acento andaluz.<br />

Grupo Rebeldes<br />

«Si todos los hombres quisieran ver en sí mismos los medios que tienen para la felicidad,<br />

podrían ocupar en <strong>paz</strong> la tierra, su morada común, y marcharían juntos con seguridad hacia<br />

el objetivo común de un mundo en <strong>paz</strong>» (Abate Sieyès. Préliminaire à la Constitution, 1789)<br />

«Tú, Varuna, tú eres el rey de todos los dioses y de todos los mortales, concédenos cien<br />

otoños para que podamos ver el mundo en toda su diversidad y disfrutar en <strong>paz</strong> bienes<br />

tan diversos» (Rig-Veda, II).<br />

«Estamos en un mundo en el que coexisten la luz y las tinieblas. ¡Feliz quien sale de la sombra,<br />

o incluso de la duda, hacia la claridad de una comunión en <strong>paz</strong>!... No olvidemos que Cristo<br />

es ante todo comunión. Por su Espíritu los temores, las noches de nuestra vida pueden<br />

descubrir la aurora de la reconciliación y de la <strong>paz</strong>. En nuestros corazones, a veces frágiles, se<br />

enciende la llama de la <strong>paz</strong> y el fuego de la comunión» (Hermano Roger de Taizé)<br />

«Uno de esos problemas del mundo es la <strong>paz</strong>. Un problema que los países del Norte,<br />

denominación que engloba a los dos primeros mundos, lo ven desde su propia realidad.<br />

Buscan una <strong>paz</strong> mundial que en realidad es su <strong>paz</strong>, porque entre otras cosas piensan<br />

que el mundo es suyo o actúan como si el resto del mundo no existiese, al menos como<br />

parte activa de la historia. Frente a este hecho el Tercer Mundo tal vez pudiera asumir<br />

de algún modo las palabras que el apóstol san Juan pone en boca de Jesús “mi <strong>paz</strong><br />

les dejo, mi <strong>paz</strong> les doy, pero no se la doy como la del (primer) mundo” (Jn 13, 27)»<br />

(Ignacio Ellacuría)<br />

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«Era un mundo feliz. Nadie tenía demasiado mucho y nadie tenía demasiado poco.<br />

Cada hombre vivía en <strong>paz</strong> consigo mismo y con los demás. Era un mundo feliz.<br />

Pero llegó la ambición y la discordia. Los hombres se volvieron violentos. Y la codicia<br />

y la violencia se hicieron los amos del mundo y la tierra acabó siendo un lugar desierto<br />

sin amor y sin <strong>paz</strong>.<br />

Pero en un rincón del mundo pudieron sobrevivir un hombre, una mujer... y una flor.<br />

Y la vida empezó de nuevo. Los hombres poblaron la tierra y vivían en <strong>paz</strong> en sus casas.<br />

Un día los más fuertes quisieron hacerse los amos y dominar a los demás. Y explotó<br />

la guerra. Los ejércitos cruzaron los campos y arrasaron los caminos, destruyeron las<br />

ciudades y aniquilaron a los hombres. <strong>La</strong> vida desapareció de la tierra.<br />

Sólo en un rincón del planeta saltó una chispa de esperanza: un hombre y una<br />

mujer. Y los dos juntos descubrieron la última flor.<br />

Y la vida empezó de nuevo.<br />

James Thurber<br />

«Expresamente negamos toda guerra y lucha exterior, y toda pelea con armas exteriores,<br />

para cualquier fin o bajo un pretexto cualquiera. Este es nuestro testimonio ante el<br />

mundo entero» (Declaración de los cuáqueros a Carlos II. S. XVII. Inglaterra).<br />

Sugerencias<br />

Se reúnen en un gran mural o sobre un lienzo grande de pared las formas de<br />

decir “<strong>paz</strong>” en el mayor número de idiomas posible. Y se señala la fecha en la<br />

que los que hablan esa lengua vivieron su última guerra o participaron en ella.<br />

Teniendo en cuenta, y explicándola con ejemplos y datos concretos, la estrecha<br />

relación de causa y efecto que hay entre <strong>paz</strong> y pan, y a la vez la casi idéntica forma<br />

externa de las dos palabras, organizar un sencillo mimo para subrayar esa relación.<br />

Hay que tener en cuenta que tanto la N como la Z se convierten una en la otra con<br />

un pequeño giro de un cuarto de vuelta, lo que se hace más plástico si cada letra de<br />

PAN (o de PAZ) va sobre una de las caras de tres cubos.<br />

Es fácil representar o ilustrar con imágenes y desde cualquier soporte la historia de James<br />

Thurber, <strong>La</strong> última flor, y a partir<br />

de ella hacer una reflexión sobre<br />

la reiteración de la guerra y<br />

sobre la voluntad del hombre de<br />

recuperar una y otra vez la <strong>paz</strong>.<br />

Este frontal se colocó en la basílica de Asís durante el Encuentro por la Paz en enero del<br />

año 2002; se pueden añadir más formas de decir PAZ en otras lenguas, especialmente<br />

en las otras lenguas de España.<br />

Tomando como ejemplo y pie el texto de Grupos Rebeldes, se puede hacer una lista<br />

interminable de palabras violentas, a las que, por tener otro sentido “pacífico”, habría<br />

que purificar de sus resonancias bélicas. <strong>La</strong> lista resultante puede utilizarse como<br />

elemento básico para cualquier acción o reflexión sobre la guerra y la <strong>paz</strong>.<br />

Para la Oración: recordando personas, grupos y pueblos que no disfrutan de la <strong>paz</strong>, o<br />

ante un gran mapa del mundo, se canta o se recita Hazme instrumento de tu <strong>paz</strong>.<br />

Fructuoso Mangas Ramos<br />

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