escena xii - DSpace CEU

1). Nem. ¡Ah, las m orenas son el demonio!
L ko p. Hace seis meses que estam os e n relaciones.
D. N km. ¡Bah! No es m ucho.
L kop. F ué toda una av en tu ra novelesca. L a conocí
en la Pros}oeridad.
1). N em. ,En b u e n a posición, e h ‘^
L eo p. N o; en el Barrio de la Prosperidad. Yo h a ­
bía ido en un sim ón á hacer u n a visita á
un pariente de mi m ujer. Ella iba en un
m agnifico /an d eau .
1). N em. ¡Hola, hola!
L e o p. E ra la caída de la tarde,
1). N em. La hora de las grandes caídas.
Car. Don Nemesio, haga usted el favor de no
interrum pirle. No acabarem os nunca.
I ) , N em. ¡Buenol Siga usted, que ya em pieza á in te ­
resarm e.
L f o p. L a ta rd e e sta b a ap acib le; p ero d e p ro n to
el cielo se en cap o ta.
D. N em. ¡Malo!
L eo p. Y un form idable trueno fué el anuncio de
la horrorosa tem pestad que se aproxim a­
ba. ¡Arreal le dije al sim ón, no por tem or
á la torm enta, sino por acercarm e al carruaje
en quo iba aquella herm osísim a
m ujer. En esto, un espantoso relám pago,
seguido de una fortísim a detonación, puso
en precipitada y descom puesta fuga ,á los
caballos del landeau, que á los pocos m e­
tros chocaron contra un árbol volcando el
carru aje sobre la cuneta del cam ino.
«¡Arrea, arrea!» repetí á m i cochero, y á
los pocos instantes llegábam os al sitio de
la catástrofe, cuando ella volvía en sí del
ligerisim o desm ayo que le había producido
la caída. ¡Estaba encantadora! Al verla de
cerca, crean ustedes que sentí una emoción
inexplicable.
D. N em. V am os, sí. Ella dió un vuelco en el coche
y á usted le dio un vuelco el corazón.
L e o p. U no d e los c a b a llo s S3 h b ía in u tiliz a d o
p o r co m p leto. O cho m il re a le s m e h a co s­
ta d o el s u s titu irlo .