escena xii - DSpace CEU

María
C ar.
M aría
C ar.
M aría
C ar.
M aría
C ar.
M aría
C ar.
María
¡Ah! ¿De m anera que los que sois consecuentes
no podéis ser m inisteriales
N aturalm ente que no; m ientras no m anden
los nuestros.
P ues me parece una tontería que os fijéis
en esas pequeneces. Si á tí lo que te conviene
es salir diputado, ¿qué te im porta
serlo con unos ó con otros
¡Hija, por Dios, no digas eso!
¿He dicho una sim pleza, verdad P erdónam
e; no estoy bien enterada de esas cosas.
Pero, francam ente, yo quiero que m e llam
en pronto la señora diputada.
¡Q ue to n ta eres! (Con carino.)
¡Qué gusto! Cuando yo vaya al Congreso,
á la tribuna de señoras, y te oiga p ro n u n ­
ciar un diseurso y todo ei m undo te aplauda,
y los periódicos al día siguiente hablen
de ti, y digan que el señor M enéndez es
un orador notabilísim o. ¡Figúrate qué orgullo
para tu m ujercita! ¡Ah! P o r supuesto,
que lo que debes hacer es que el presidente
te llam e m uchas veces al orden
con la'cam panilla, para que en los periódicos
salga tu discurso con m uchos rengloncitos
cortos y m uchos paréntesis, con
aquello de: aplausos, rum ores, protestas
y cam panillazos. Créem e, esas sesiones
son las que todo el m undo lee con interés.
Al m enos á m í, son las que m ás m e d i­
vierten en L a C orrespondencia.
I^ueno, m ujer, bueno; pero no adelantemos
los acontecim ientos. ¡Dios sabe c u á n ­
do podré com placerte! Mi derrota ha echado
por tierra todas m is ilusiones. ¡Ah! Y
por cierto (¡ue todavía estoy en descubierto
con alguno de mis agentes electorales.
A yer tuvo carta de Polvorilla.
¿De Polvorilla
Sí; uno de los que m ás han trabajado en
mi favor. Me anuncia que vendrá uno de
estos dias á M adrid.
{Corriente! Le recibirem os y se le obseq
u iará en lo que podamos.