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Cuadernos de Picadero - Instituto Nacional del Teatro

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caso podría compararse con la palabra poética, pero también<br />

es una palabra encarnada, <strong>de</strong> intención perfomativa, a ser<br />

“interpretada” por el actor.<br />

Por lo tanto, la primera característica a tener en cuenta a<br />

la hora <strong>de</strong> enfrentar la escritura <strong>de</strong> un texto dramático es<br />

esta entidad oral y performática <strong>de</strong> la palabra. Uno escribe<br />

teatro para que algunas <strong>de</strong> sus palabras sean dichas por los<br />

actores (también uno escribe teatro para que <strong>de</strong>terminadas<br />

acciones sean llevadas a cabo, pero <strong>de</strong> eso hablaremos<br />

más a<strong>de</strong>lante).<br />

Para todos aquellos que se acerquen a la dramaturgia<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la experiencia actoral, esta entidad “performática”<br />

<strong>de</strong> la palabra es <strong>de</strong> una evi<strong>de</strong>ncia tal que no valdría la pena<br />

<strong>de</strong>tenerse en ello. Sin embargo, a nadie se le pi<strong>de</strong> un “carnet<br />

<strong>de</strong> actor con experiencia” para po<strong>de</strong>r escribir una obra y, por<br />

otra parte, el hecho <strong>de</strong> actuar no siempre implica compren<strong>de</strong>r<br />

el tránsito <strong>de</strong> esa actividad al papel; por lo general, se da el<br />

proceso inverso: el actor lee y encarna el texto; el dramaturgo<br />

imagina una encarnación <strong>de</strong>l texto y la escribe.<br />

El sonido<br />

Se escribe para que ciertos textos sean dichos. Separemos<br />

por un momento las acotaciones, todos aquellos textos<br />

incluidos en el texto dramático que funcionan como “instrucciones”<br />

complementarias a los parlamentos propiamente<br />

dichos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el nombre <strong>de</strong> los personajes, en la mayoría<br />

<strong>de</strong> las obras escrito cada vez que el personaje en cuestión<br />

“habla”, hasta las intenciones sugeridas (por lo general entre<br />

paréntesis) o la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l ambiente y movimientos<br />

o activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los personajes (por lo general, escritos<br />

en líneas claramente separadas, con distintos márgenes<br />

y tipografía). Nos quedamos con los “parlamentos”, con<br />

aquello conocido como “el texto” propiamente dicho <strong>de</strong> la<br />

obra. Es sencillamente todo aquello que el autor escribe para<br />

que el actor diga. Y bien. Un primer ejercicio formal para el<br />

acercamiento a este artificio por el cual un actor dirá lo que<br />

yo escribí, y lo dirá con su voz e interpretación, es la simple<br />

lectura en voz alta.<br />

La lectura en voz alta.<br />

Lo anoto por separado porque inexorablemente remite a la<br />

escuela primaria, a sus tiernos, básicos, atávicos recuerdos,<br />

y también a varias <strong>de</strong> sus pesadillas. Aparentemente, cada<br />

generación ha tenido “su librito” en el aprendizaje <strong>de</strong> la<br />

lecto-escritura. Yo pertenezco a la época “clásica”, supongo,<br />

en la que en primer grado, una vez que distinguíamos las<br />

letras, la maestra nos enseñaba a unirlas en sílabas y luego<br />

en palabras: m+a= “ma”, m+e= “me”, etc. Y “mi mamá me<br />

mima” (toda una generación, y quizás muchas generaciones,<br />

aprendimos a leer y escribir mimados por las emes maternas;<br />

también, claro está, castigados por los errores: tres renglones<br />

<strong>de</strong> la palabra mal escrita y otras veleida<strong>de</strong>s). Cuentan que<br />

otras generaciones fueron sometidas al aprendizaje intuitivo,<br />

a la no corrección ortográfica, al constructivismo. Sin embargo,<br />

más allá <strong>de</strong> mi experiencia personal, creo que existe y<br />

existirá un momento ineludible en el proceso <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r a<br />

leer y escribir. Alguien, en algún momento, dirá: “leé”. Y el<br />

niño, blanca palomita, aprendiz, tallerista, protoactor, protoescritor,<br />

estudiante, doctorando, etc., con voz alta, suave,<br />

titubeante, segura, etc., leerá en voz alta.<br />

Oh dios.<br />

Muchos principiantes (y por qué no, experimentados)<br />

participantes <strong>de</strong> mis talleres suelen pedirme <strong>de</strong> inmediato:<br />

“leé vos”. Yo a veces leo, a veces distribuimos el material<br />

y lo leemos entre los dos, a veces leemos todos los participantes,<br />

distribuyéndonos los roles. Da igual. Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l<br />

criterio <strong>de</strong> quien esté a cargo. Lo útil es hacerlo, y hacerlo<br />

<strong>de</strong> distintos modos. En cualquier taller <strong>de</strong> creación literaria<br />

pue<strong>de</strong> implementarse esa “lectura en voz alta”, por distintas<br />

razones, pero también pue<strong>de</strong> evitársela, leyendo el material<br />

fuera <strong>de</strong> la clase y trayéndolo leído, también por distintas<br />

razones. En un taller <strong>de</strong> dramaturgia para principiantes, sin<br />

embargo, la lectura en voz alta es el primer ejercicio y se<br />

18 CUADERNOS DE PICADERO

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