El Ocaso de los Idolos (o Como se Filosofa a Martillazos)
El Ocaso de los Idolos (o Como se Filosofa a Martillazos)
El Ocaso de los Idolos (o Como se Filosofa a Martillazos)
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Fe<strong>de</strong>rico Nietzsche - <strong>El</strong> <strong>Ocaso</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Ído<strong>los</strong><br />
Por lo <strong>de</strong>más esa hostilidad y e<strong>se</strong> odio sólo culminan cuando tales caracteres no<br />
tienen ya la firmeza necesaria para llevar a cabo la cura radical, para renunciar a su<br />
«<strong>de</strong>monio». Recórra<strong>se</strong> toda la historia <strong>de</strong> <strong>los</strong> sacerdotes y filósofos, incluyendo la <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
artistas, y <strong>se</strong> podrá ver que quienes han dicho las cosas más venenosas contra <strong>los</strong><br />
<strong>se</strong>ntidos no han sido <strong>los</strong> impotentes ni <strong>los</strong> ascetas, sino <strong>los</strong> ascetas imposibles, es <strong>de</strong>cir,<br />
aquel<strong>los</strong> individuos que habrían necesitado <strong>se</strong>r ascetas.<br />
3<br />
La espiritualización <strong>de</strong> la <strong>se</strong>nsualidad <strong>se</strong> <strong>de</strong>nomina amor, y constituye una gran<br />
victoria sobre el cristianismo. Otra victoria es nuestra espiritualización <strong>de</strong> la enemistad.<br />
Consiste en compren<strong>de</strong>r íntimamente el valor que supone tener enemigos: con pocas<br />
palabras, en actuar y consi<strong>de</strong>rar las cosas al contrario totalmente <strong>de</strong> cómo <strong>se</strong> hacía en<br />
otros tiempos. La Iglesia ha pretendido siempre aniquilar a sus enemigos: nosotros, <strong>los</strong><br />
inmoralistas y anticristianos, consi<strong>de</strong>ramos que obtenemos una ventaja <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> que<br />
subsista la Iglesia...<br />
Incluso en el terreno político, <strong>se</strong> ha vuelto hoy más espiritual la enemistad, y<br />
también más inteligente, más reflexiva, más indulgente. Casi todos <strong>los</strong> partidos han<br />
comprendido que para <strong>se</strong>guir existiendo les interesa que el partido opuesto no pierda<br />
fuerza; lo mismo cabe <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> la gran política. Una creación nueva, en especial, como<br />
el nuevo Reich, precisa más <strong>de</strong> enemigos que <strong>de</strong> amigos: sólo <strong>se</strong> siente necesario y sólo<br />
llega a <strong>se</strong>r necesario, frente a su antítesis. No <strong>de</strong> otro modo nos comportamos nosotros<br />
con el «enemigo interior»: también en este caso hemos espiritualizado la enemistad y<br />
hemos sabido ver su valor. Sólo <strong>se</strong> es fecundo cuando <strong>se</strong> es rico en antítesis; sólo <strong>se</strong><br />
sigue siendo joven cuando el alma no <strong>de</strong>scansa, cuando no busca la paz.<br />
Nada <strong>se</strong> nos ha hecho más extraño que aquella aspiración <strong>de</strong> otros tiempos, la<br />
aspiración a «la paz <strong>de</strong>l alma», la aspiración cristiana; nada envidiamos menos que esa<br />
existencia vacuna que es la vida moral y esa oronda felicidad <strong>de</strong> la buena conciencia.<br />
Cuando <strong>se</strong> renuncia a la guerra <strong>se</strong> renuncia a la vida gran<strong>de</strong>. Por su puesto que muchas<br />
veces la «paz <strong>de</strong>l alma» no es más que un malentendido, otra cosa, a la que no <strong>se</strong> le<br />
sabe dar un nombre más honorable. Sin hacer divagaciones y sin prejuicios, veamos<br />
algunos casos.<br />
«Paz <strong>de</strong>l alma» pue<strong>de</strong> <strong>se</strong>r, por ejemplo, el apacible resplandor <strong>de</strong> una animalidad<br />
exuberante en el terreno moral (o en el religioso). O cuando empieza el cansancio,<br />
cuando el atar<strong>de</strong>cer, cualquier forma <strong>de</strong> atar<strong>de</strong>cer produce la primera sombra. O una<br />
<strong>se</strong>ñal <strong>de</strong> que el aire está húmedo, <strong>de</strong> que <strong>se</strong> acercan vientos <strong>de</strong>l sur. O la gratitud<br />
inconsciente por una buena digestión (eso a lo que a veces llaman «filantropía»). O la<br />
calma <strong>de</strong>l convaleciente, para el que todo adquiere un nuevo sabor y <strong>se</strong> encuentra a la<br />
espera... O el estado <strong>de</strong> ánimo que sigue a la satisfacción intensa <strong>de</strong> nuestra pasión<br />
dominante, la <strong>se</strong>nsación <strong>de</strong> bienestar propia <strong>de</strong> una sociedad rara. O la <strong>de</strong>bilidad <strong>se</strong>nil<br />
<strong>de</strong> nuestra voluntad, <strong>de</strong> nuestros <strong>de</strong><strong>se</strong>os, <strong>de</strong> nuestros vicios. O la pereza a la que la<br />
variedad induce a poner<strong>se</strong> adornos morales. O cuando <strong>se</strong> logra estar convencido <strong>de</strong><br />
algo, aunque <strong>se</strong>a <strong>de</strong> algo terrible, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una tensión y <strong>de</strong> un tormento prolongado a<br />
causa <strong>de</strong> la incertidumbre. O la manifestación <strong>de</strong> la madurez y <strong>de</strong> la maestría en medio<br />
Proyecto Espartaco 2000 – 2002<br />
18