16.01.2015 Views

El Ocaso de los Idolos (o Como se Filosofa a Martillazos)

El Ocaso de los Idolos (o Como se Filosofa a Martillazos)

El Ocaso de los Idolos (o Como se Filosofa a Martillazos)

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Fe<strong>de</strong>rico Nietzsche - <strong>El</strong> <strong>Ocaso</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Ído<strong>los</strong><br />

<strong>El</strong> pesimismo puro, radical sólo <strong>se</strong> <strong>de</strong>mostraría a sí mismo si <strong>los</strong> pesimistas <strong>se</strong><br />

autoelimina<strong>se</strong>n. Hay que dar un paso más en la lógica pesimista: no sólo negar la vida<br />

con «voluntad y repre<strong>se</strong>ntación», como dijo Schopenhauer, sino empezar negando a<br />

Schopenhauer... <strong>El</strong> pesimismo, dicho <strong>se</strong>a <strong>de</strong> pasada, por muy contagioso que <strong>se</strong>a, no<br />

aumenta el estado <strong>de</strong> enfermedad <strong>de</strong> una época o <strong>de</strong> una estirpe en conjunto, sino que es<br />

la expresión <strong>de</strong> e<strong>se</strong> estado <strong>de</strong> enfermedad. Se contrae como el cólera: hay que estar<br />

predispuesto <strong>de</strong> una forma bastante enfermiza a contraerlo. <strong>El</strong> pesimismo no produce <strong>de</strong><br />

suyo ni un solo <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>nte. Según datos estadísticos, <strong>los</strong> años en que el cólera causa<br />

estragos no <strong>se</strong> diferencian <strong>de</strong>l resto en cuanto a la cifra total <strong>de</strong> mortalidad<br />

37<br />

¿Nos hemos vuelto más morales <strong>Como</strong> era <strong>de</strong> esperar, toda la ferocidad <strong>de</strong> la<br />

estupi<strong>de</strong>z moral —que, como es sabido, en Alemania <strong>se</strong> i<strong>de</strong>ntifica con la moral<br />

misma— <strong>se</strong> ha lanzado contra mi i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> «más allá <strong>de</strong>l bien y <strong>de</strong>l mal». Podría contar<br />

historias muy curiosas respecto a esto. Ante todo, me han sugerido que reflexione sobre<br />

la «indudable superioridad» <strong>de</strong> nuestra época en relación con el juicio moral; sobre el<br />

progreso que hemos con<strong>se</strong>guido realmente en este ámbito: dicen que, en relación con<br />

nosotros, es totalmente imposible afirmar que un César Borgia es, como yo sostengo, un<br />

«hombre superior», una especie <strong>de</strong> superhombre.<br />

Un redactor <strong>de</strong>l periódico suizo Bund, tras apreciar la valentía <strong>de</strong> mi<br />

atrevimiento, llegó hasta el punto <strong>de</strong> «enten<strong>de</strong>r» que el principio <strong>de</strong> mi obra consistía en<br />

que, con ella, proponía la eliminación <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> <strong>se</strong>ntimientos <strong>de</strong>centes. ¡Le estoy<br />

muy agra<strong>de</strong>cido! En respuesta, me permito plantear la pregunta <strong>de</strong> si nos hemos vuelto<br />

realmente más morales. <strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que todo el mundo lo crea constituye una objeción<br />

contra esto. Nosotros, <strong>los</strong> hombres mo<strong>de</strong>rnos, tan <strong>de</strong>licados, tan vulnerables que<br />

tenemos tantos miramientos con <strong>los</strong> <strong>de</strong>más y <strong>los</strong> recibimos <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, nos figuramos que,<br />

<strong>de</strong> hecho, esa <strong>de</strong>licada humanidad que personificamos, esa humanidad que <strong>se</strong> ha<br />

logrado en la indulgencia, en la ten<strong>de</strong>ncia a ayudar, en la confianza recíproca,<br />

constituyen un progreso positivo, y que <strong>de</strong> este modo estamos muy por encima <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

hombres <strong>de</strong>l Renacimiento. Ahora bien, todas las épocas piensan así, tienen que pensar<br />

así. La verdad es que no podríamos situarnos, ni <strong>de</strong> hecho ni con la imaginación, en las<br />

circunstancias que configuraron el Renacimiento. Nuestros nervios, y no digamos ya<br />

nuestros múscu<strong>los</strong>, no soportarían esta realidad. Pero <strong>se</strong>mejante incapacidad no<br />

<strong>de</strong>muestra ningún progreso; lo único que prueba es que tenemos una constitución<br />

distinta: más tardía, más débil, más <strong>de</strong>licada, más vulnerable, que engendra una moral<br />

más rica en miramientos.<br />

Si prescindiéramos con el pensamiento <strong>de</strong> nuestra constitución <strong>de</strong>licada y tardía,<br />

<strong>de</strong> nuestro envejecimiento fisiológico, nuestra moral <strong>de</strong> la «humanización» per<strong>de</strong>ría al<br />

punto su valor —en sí, ninguna moral tiene valor—, e incluso a nosotros mismos nos<br />

inspiraría <strong>de</strong>sprecio. No du<strong>de</strong>mos, por otra parte, que nosotros <strong>los</strong> mo<strong>de</strong>rnos, con<br />

nuestra humanidad tan acolchada por miedo a tropezar con alguna piedra, ofreceríamos<br />

a <strong>los</strong> contemporáneos <strong>de</strong> César Borgia un aspecto tan cómico que les haría morir<strong>se</strong> risa.<br />

Efectivamente, sin preten<strong>de</strong>rlo, resultamos muy cómicos en nuestras «virtu<strong>de</strong>s<br />

Proyecto Espartaco 2000 – 2002<br />

50

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!