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El Ocaso de los Idolos (o Como se Filosofa a Martillazos)

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Fe<strong>de</strong>rico Nietzsche - <strong>El</strong> <strong>Ocaso</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Ído<strong>los</strong><br />

48<br />

<strong>El</strong> progreso tal y como yo lo entiendo. Yo también hablo <strong>de</strong> una «vuelta a la<br />

naturaleza», aunque no <strong>se</strong> trata propiamente <strong>de</strong> un «volver», sino <strong>de</strong> un ascen<strong>de</strong>r: un<br />

ascen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la naturaleza, que es elevado, libre, incluso terrible, que juega porque tiene<br />

<strong>de</strong>recho a jurar con gran<strong>de</strong>s tareas. Por poner un símil: Napoleón repre<strong>se</strong>ntó un aspecto<br />

<strong>de</strong> la «vuelta a la naturaleza», tal y como yo la entiendo (por ejemplo en cuestiones<br />

tácticas, y, sobre todo, como saben <strong>los</strong> militares, en cuestiones estratégicas). Pero, ¿a<br />

dón<strong>de</strong> quería realmente volver Rous<strong>se</strong>au, e<strong>se</strong> primer hombre maduro, i<strong>de</strong>alista y<br />

perteneciente a la chusma al mismo tiempo, que tenía que recurrir a la «dignidad» moral<br />

para mirar<strong>se</strong> a la cara, enfermo <strong>de</strong> una vanidad y <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sprecio a sí mismo<br />

<strong>de</strong><strong>se</strong>nfrenado... También e<strong>se</strong> engendro que <strong>se</strong> ha situado en el umbral <strong>de</strong> la época<br />

mo<strong>de</strong>rna quería la «vuelta a la naturaleza». Pero, ¿a dón<strong>de</strong> —vuelvo a preguntar—<br />

quería volver Rous<strong>se</strong>au Al odiar a Rous<strong>se</strong>au odio también la Revolución, porque ésta<br />

es la manifestación, en el ámbito <strong>de</strong> la historia universal, <strong>de</strong> esa duplicidad <strong>de</strong> i<strong>de</strong>alista<br />

y <strong>de</strong> chusma. Me importa poco su «inmoralidad», la farsa sangrienta con que <strong>se</strong><br />

repre<strong>se</strong>ntó esa Revolución; lo que odio es su moralidad rous<strong>se</strong>auniana, las llamadas<br />

«verda<strong>de</strong>s» <strong>de</strong> la Revolución, que todavía siguen influyendo y atrayendo a todos <strong>los</strong><br />

superficiales y mediocres. ¡La doctrina <strong>de</strong> la igualdad! Y, sin embargo, no hay veneno<br />

peor que é<strong>se</strong>, pues parece que es la justicia quien la predica cuando en realidad<br />

repre<strong>se</strong>nta el fin <strong>de</strong> la justicia. La verda<strong>de</strong>ra justicia lo que dice es: «igualdad para <strong>los</strong><br />

iguales, <strong>de</strong>sigualdad para <strong>los</strong> <strong>de</strong>siguales; <strong>de</strong> lo que <strong>se</strong> <strong>de</strong>duce que no <strong>se</strong> <strong>de</strong>be igualar<br />

nunca a <strong>los</strong> <strong>de</strong>siguales». <strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que en torno a aquella doctrina <strong>de</strong> la igualdad <strong>se</strong><br />

hayan producido sucesos tan terribles y sangrientos ha conferido una especie <strong>de</strong> aureola<br />

y <strong>de</strong> resplandor a esta «i<strong>de</strong>a mo<strong>de</strong>rna» por excelencia, <strong>de</strong> forma que el espectáculo <strong>de</strong> la<br />

Revolución ha atraído incluso a <strong>los</strong> espíritus más nobles. Esto no constituye, en último<br />

término, una razón para conce<strong>de</strong>rle una mayor estima. Sólo sé <strong>de</strong> alguien que<br />

experimentó ante ella lo que <strong>se</strong> <strong>de</strong>be experimentar: asco. Y e<strong>se</strong> fue Goethe.<br />

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Goethe no es un acontecimiento alemán, sino europeo: un intento grandioso <strong>de</strong><br />

superar el siglo XVIII mediante una vuelta a la naturaleza, mediante un ascenso hasta la<br />

naturaleza <strong>de</strong>l Renacimiento, una especie <strong>de</strong> superación <strong>de</strong> sí mismo por parte <strong>de</strong> dicho<br />

siglo.<br />

Goethe po<strong>se</strong>ía <strong>los</strong> instintos más fuertes <strong>de</strong> esa época: la <strong>se</strong>nsibilidad, la idolatría<br />

hacia la naturaleza, el carácter antihistórico, i<strong>de</strong>alista, irreal y revolucionario (este<br />

último es sólo una forma <strong>de</strong>l irreal). Apeló a la historia, a las ciencias <strong>de</strong> la naturaleza, a<br />

la antigüedad clásica, e incluso a Spinoza, pero principalmente a la actividad práctica.<br />

Se ro<strong>de</strong>ó <strong>de</strong> horizontes cerrados; no <strong>se</strong> marginó <strong>de</strong> la vida, sino que <strong>se</strong> sumergió en ella.<br />

No <strong>se</strong> amilanó, y cargó sobre sus hombros y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí todo lo que pudo. Lo que<br />

quería era la totalidad; luchó contra la <strong>se</strong>paración entre la razón, <strong>los</strong> <strong>se</strong>ntidos, <strong>los</strong><br />

<strong>se</strong>ntimientos y la voluntad (<strong>se</strong>paración que Kant, antípoda <strong>de</strong> Goethe, predicó con la<br />

más espantosa escolástica); <strong>se</strong> impuso una disciplina encaminada a la totalidad, <strong>se</strong> creó<br />

a sí mismo...<br />

Proyecto Espartaco 2000 – 2002<br />

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