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ECONOMÍA
Seguridad laboral,
un compromiso de todos
José Antonio Otero Cerezo
Presidente
Consejo General de la Arquitectura Técnica de España
HABLAR DE CIFRAS al abordar el problema de la siniestralidad laboral
es tarea complicada. Detrás de estos números que cada
día llenan las páginas de los medios de comunicación hay vidas
humanas que se quedan en el tajo, que no vuelven a casa después
de su jornada de trabajo y que pasan a engrosar unas estadísticas
que nos preocupan en su individualidad.
No nos gusta liderar el triste ránking de la siniestralidad laboral
en Europa, con el 20 % de los accidentes de trabajo; no
nos gusta que la construcción concentre un tercio de estas
muertes y, por supuesto, no nos gustan los datos aportados por
el Boletín de Estadísticas Laborales que elabora el Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales y que apuntan que más de 600
trabajadores han perdido la vida en el desempeño de su profesión
en los nueve primeros meses del año.
Pero lo que realmente nos preocupa son las causas de cada
uno de esos accidentes, de cada una de esas vidas perdidas.
No somos tan ilusos de creer que podemos aspirar a la «siniestralidad
cero». La construcción, por su propia idiosincrasia
genera y generará accidentes difícilmente evitables. En muchas
ocasiones ni siquiera contamos con indicadores fiables de las
causas inmediatas de los accidentes o estas no tienen relación
alguna con la tipología del trabajo que se está realizando.
Pero bajo esta premisa, sí estamos en condiciones de señalar
las principales causas de este problema y plantear soluciones
objetivas y de fácil implantación.
En nuestro país contamos con un gran déficit en cultura
preventiva no solo en la construcción, pues las cifras de muertos
en accidentes de tráfico o los accidentes laborales en otros
sectores avalan esta teoría.
Frente a este hecho constatado es imprescindible implantar
una concienciación sobre seguridad laboral desde la educación
primaria y apostar por continuas campañas divulgativas
sobre la importancia de la prevención en el trabajo. El trabajador
de la construcción muchas veces desprecia el riesgo y frente
a esta despreocupación es muy difícil actuar. Como es imposible
contar con un «Ángel de la Guarda» para cada trabajador
las 24 horas del día, debe de ser el propio implicado el que se
conciencie de los riesgos que asume, el que tome las medidas
oportunas para su protección y el que denuncie las condiciones
que puedan atentar contra su seguridad.
Esta toma de conciencia debe acompañarse de una apuesta
seria en formación para acabar con la escasa cualificación de
los trabajadores de la construcción. En muchas ocasiones no
conocen las técnicas, ni las herramientas o medios auxiliares
que utilizan, y ni siquiera el idioma.
Las empresas son responsables de que el trabajador reciba
una formación adecuada para el trabajo que está realizando.
No se deben escatimar recursos, ya que un trabajador formado
y concienciado es una garantía para la reducción de los accidentes
laborales.
Pero en tareas de formación hay que dar un paso más allá.
Consideramos que sería acertada la implantación de sistemas
que permitan la verificación en obra de que la formación recibida
por el trabajador se corresponde con las concretas funciones
que desarrolla. Así lo hacen en otros países europeos como
en el Reino Unido, donde han desarrollado un sistema de tarjetas
acreditativas de la formación que funciona con éxito desde
hace algunos años.
Del mismo modo, sería conveniente realizar una regulación
de los centros que se dedican a impartir esta formación preventiva
para los trabajadores, y que se unifiquen los programas
y los métodos de enseñanza necesarios para que el trabajador
pueda desempeñar con seguridad su tarea cotidiana.
Aunque creemos que el trabajador debe responsabilizarse
de su seguridad y exigir una formación acorde con su puesto
22 | Profesiones Noviembre-diciembre 2007