Retratos de Memoria de Carlos Jimenez PDF - Arquitrave
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durante lo mejor <strong>de</strong> su carrera Marlene Dietrich, <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> los mejores<br />
directores europeos <strong>de</strong> su época: Von Sternberg, Ernst Lubitsch, Billy<br />
Wil<strong>de</strong>r, Friz Lang sin olvidar a Alfred Hitchcockk y menos al más extraordinario<br />
<strong>de</strong> los americanos, a Orson Welles, quien no sólo la dirigió en ese<br />
portento <strong>de</strong> película que es Sed <strong>de</strong> mal sino que en la misma la convirtió<br />
en el único amor y en la única confi<strong>de</strong>nte auténtica <strong>de</strong> su personaje, <strong>de</strong><br />
su álter ego, el capitán <strong>de</strong> la policía Quinlan, duro entre los duros. Y<br />
entre el in<strong>de</strong>fenso Ratt y el malvado Quinlan, entre su juventud y su<br />
<strong>de</strong>crepitud, la Dietrich <strong>de</strong>splegó gesto tras gesto, mirada tras mirada,<br />
palabra tras palabra, fotograma tras fotograma, la figura in<strong>de</strong>scifrable y<br />
ejemplar <strong>de</strong> la mujer fatal, que es a la vez cándida y puta, calculadora e<br />
ingenua, ardiente y gélida, comprometida e infiel, perla oculta y al mismo<br />
tiempo expuesta, y finalmente madre ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> un irresistible atractivo<br />
sexual. Marlene: viuda negra que, en escotado y ceñido traje <strong>de</strong> lamé o<br />
en contun<strong>de</strong>nte frac, en vez <strong>de</strong> amar como una mujer prefirió fascinar<br />
como una hembra y dominar como un macho.<br />
Cierto: me doy perfectamente cuenta que la figura <strong>de</strong> la mujer fatal<br />
está completamente fuera <strong>de</strong> lugar ahora, cuando hasta las más honradas<br />
amas <strong>de</strong> casa conce<strong>de</strong>n licencias a la entrepierna antes impensables,<br />
las jóvenes ofrecen fría y calculadamente sus encantos <strong>de</strong> siliconas<br />
y las colegialas les imponen <strong>de</strong> nuevo a los novios el respecto a su castidad.<br />
Pero todo esto que pasa –o que dicen que pasa- no me importa<br />
porque para mí Marlene Dietrich ya no es <strong>de</strong> este mundo, aunque alguna<br />
vez lo haya sido y <strong>de</strong> qué manera. No, para mí ella es ahora, y por el<br />
tiempo que todavía me falta, una diosa tan distante y tan distinta <strong>de</strong><br />
cualquier mortal como <strong>de</strong> hecho lo son la Venus <strong>de</strong> Milo, la Victoria <strong>de</strong><br />
Samotracia, una madonna <strong>de</strong> Leonardo o <strong>de</strong> Rafael, una virgen <strong>de</strong> Murillo<br />
o una mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong>l fotógrafo Helmut Newton. Sólo que mi <strong>de</strong>voción por ella<br />
antes que <strong>de</strong>voción es fetichismo.<br />
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