Retratos de Memoria de Carlos Jimenez PDF - Arquitrave
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para convertirse, como efectivamente se convirtió, en un pintor hecho y<br />
<strong>de</strong>recho, capaz <strong>de</strong> retratar a Nariño, Bolívar o Santan<strong>de</strong>r. Y a tantos otros.<br />
Los retratos que les hizo todavía perduran en la memoria colectiva, pero<br />
no sólo porque Espinoza hubiera estado allí para pintarlos. Aparte <strong>de</strong><br />
testigo oportuno él fue, como pintor recursivo, fecundo y muy profundamente<br />
original. De hecho, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> retratista, fue dibujante,<br />
caricaturista, autor <strong>de</strong> paisajes, <strong>de</strong> cuadros <strong>de</strong> batallas, <strong>de</strong> escenas<br />
costumbristas y <strong>de</strong> miniaturas que se cuentan entre las mejores que se<br />
pintaron en la época en Europa y en América. Su versatilidad fue asimismo<br />
temática y estética. A lo largo <strong>de</strong> su prolongada vida pintó las guerras<br />
<strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y los comienzos <strong>de</strong> la vida republicana, los generales y<br />
los políticos republicanos, los prelados, las batallas <strong>de</strong> las primeras <strong>de</strong><br />
nuestras guerras civiles, los personajes <strong>de</strong> la vida social capitalina, incluidos<br />
los locos y los excéntricos. Y en estética exploró las posibilida<strong>de</strong>s<br />
expresivas abiertas por el romanticismo sin excluir ni la grotesca ni la<br />
expresionista, las más actuales <strong>de</strong> todas.<br />
Pero este catálogo <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s, esta excepcional fecundidad artística,<br />
queda a mi juicio con<strong>de</strong>nsaba inmejorablemente en la serie <strong>de</strong> retratos<br />
que Espinoza pintó <strong>de</strong>l Libertador. Como él mismo <strong>de</strong>jó escrito en sus<br />
<strong>Memoria</strong>s <strong>de</strong> aban<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> 1823, cuando Bolívar, por medio <strong>de</strong> un pariente,<br />
lo mandó a llamar para que le pintara un retrato, el acudió inmediatamente<br />
y encontró a un hombre que a pesar <strong>de</strong> sus agobiantes obligaciones<br />
políticas estaba dispuesto a <strong>de</strong>dicar el tiempo que hiciera falta a la<br />
tarea <strong>de</strong> posar. Afortunadamente lo hizo. Los cinco retratos <strong>de</strong> Bolívar,<br />
que se exhiben en el Museo Nacional, son otras tantas instantáneas<br />
estremecedoras <strong>de</strong> un Libertador <strong>de</strong>solado y roto, acosado sin remedio<br />
por la enfermedad y la traición <strong>de</strong> los idiotas, que está a punto <strong>de</strong> iniciar<br />
su viaje <strong>de</strong>sesperado hacia ninguna parte. El viaje que cortó <strong>de</strong> un tajo la<br />
tuberculosis en la Hacienda <strong>de</strong> San Pedro Alejandrino en Santa Marta.<br />
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