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Retratos de Memoria de Carlos Jimenez PDF - Arquitrave

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<strong>de</strong> la vida urbana y mediante una alquimia insospechada la convierte en<br />

pura literatura. En narración, en relato, en crónica, en cuento, en puro cuento<br />

impreso y publicado cada día en las páginas efímeras y <strong>de</strong>leznables <strong>de</strong> los<br />

diarios. Sí, faltaba <strong>de</strong>cirlo, Umbral ese vallisotelano <strong>de</strong> adopción, <strong>de</strong> regreso<br />

a Madrid en los años sesenta, cuando tenía 25 años <strong>de</strong> edad, es ante todo<br />

un periodista. Un escritor <strong>de</strong> periódicos. Los libros, los muchos libros que<br />

ha escrito, no son más – ni <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego menos-, que subproductos,<br />

sedimentaciones <strong>de</strong> su tarea <strong>de</strong> periodista. De un periodista que está en<br />

todas partes <strong>de</strong> la ciudad, atento tanto al perfume Chanel que enmarcara los<br />

agrios humores <strong>de</strong> la duquesa como a la cruda poesía que aflora en los<br />

recovecos infames <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Carabanchel, convencido que la lengua<br />

nace en los penales y muere en las aca<strong>de</strong>mias. En la Rayuela <strong>de</strong> Cortazar, los<br />

personajes van al diccionario como quien va a un cementerio.<br />

No nos equivoquemos sin embargo. Umbral no es un reformador social o<br />

político. Su tarea es la <strong>de</strong> un inmoralista. Alguien a quien le interesan las<br />

costumbres (las mores <strong>de</strong> los latinos), y no la moral prescrita e impuesta.<br />

Por eso, cuando en sus apasionantes crónicas aparecen los «progres» - es<br />

<strong>de</strong>cir quienes en la España <strong>de</strong> los 70 y los 80, los años arriesgados y duros<br />

<strong>de</strong> la Transición a la <strong>de</strong>mocracia, representaban la izquierda política y cultural<br />

– no lo hacen para beneficiarse <strong>de</strong> su indulgencia. Por el contrario, en<br />

ellas los muestra sin ocultar sus vicios, sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s e incoherencias, a<br />

pesar <strong>de</strong> que ha compartido con ellos tantas y tan <strong>de</strong>cisivas experiencias.<br />

Igual ha hecho con las feministas, a las que ha apoyado mucho, y que sin<br />

embargo cada día se irritan más, con la reciente <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Umbral <strong>de</strong><br />

exhibirse como el último ejemplar <strong>de</strong>l macho ibérico. Pero ninguno <strong>de</strong> estos<br />

arcaísmos e inconsistencias, ni siquiera la suma completa <strong>de</strong> todos, basta<br />

para anular su tarea <strong>de</strong> cronista. Ni siquiera su pedantería <strong>de</strong> provinciano<br />

autodidácta que se dio el lujo <strong>de</strong> escupir en una columna en el diario El País<br />

<strong>de</strong> Madrid el rostro sagrado <strong>de</strong> Octavio Paz. Nada <strong>de</strong> eso en <strong>de</strong>finitiva importa<br />

porque lo que importa para sus lectores <strong>de</strong> la capital <strong>de</strong> España es que<br />

gracias a él, y a su pluma infatigable, cuentan con quien los cuente y les<br />

cuente. Y que <strong>de</strong> contera lo haga en los periódicos. ¡Cómo no le iban a dar un<br />

premio!<br />

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