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De la serie Number One (1948).<br />
El crítico italiano Bruno Alfieri<br />
describió la obra de Pollock como<br />
una manifestación de caos con<br />
una absoluta falta de armonía.<br />
Sin embargo, reconoció que se<br />
sentía ante un pintor moderno “de<br />
los más avanzados” y concluyó:<br />
“Comparado con Pollock, Picasso<br />
se convierte en un conformista<br />
tranquilo, un pintor del pasado”.<br />
períodos de tiempo ebrio o bloqueado y que su fuerza creativa se descargaba a empellones.<br />
Cuando estaba sobrio era un hombre reservado y silencioso, pero si tomaba, era capaz de<br />
destruir muebles, cuadros de otros pintores, instalaciones de lugares públicos y no omitía, en<br />
una lógica de imparable acumulación de errores, las peleas con enemigos ocasionales. A lo<br />
largo de estos años, Pollock presentó algunas de sus obras más conocidas como la celebradísima<br />
Number one, de 1948. Su alcoholismo, sus peleas y el compromiso físico de su trabajo,<br />
facilitaron a la prensa la tarea de posicionarlo en el panteón de los ídolos. El crítico de arte<br />
Rafael Jackson describió la tapa de la revista Life que lo consagró mediáticamente: “Una de<br />
sus drip paintings ocupa el fondo como una cenefa en un deliberado segundo plano, acaso por<br />
expreso deseo del fotógrafo. La obra es, por tanto, una mera ornamentación que acompaña el<br />
retrato del artista representado como un ícono, antecedente directo de actores como James<br />
Dean o el Marlon Brando de A Streetcar Named Desire. Nos mira de soslayo como un macho<br />
pendenciero, un perdonavidas ante todo aquel que pretenda hacerle sombra. El titular<br />
destruye cualquier resquicio de dudas con contundencia: ‘¿Es Jackson Pollock el mejor artista<br />
vivo?’. Sabiendo de antemano que Picasso había reinado en la primera mitad del siglo XX, la<br />
frase y la pose le aseguraban su reinado en la segunda mitad de la centuria. Lo malo es que su<br />
supuesto cincuentenario tuvo el mismo recorrido que una estrella fugaz”.<br />
Pollock tuvo una mujer que soportó pacientemente sus excesos hasta poco antes de su muerte.<br />
Lee Krasner (1908-1984) también era artista, pero dejó su trabajo en un segundo plano para<br />
buscar galerías para su marido, aunque hacia 1950 comenzó a emerger con su obra propia, en<br />
tanto a Pollock se le hacía cada vez más difícil levantar un pincel. Fue ella quien lo convenció<br />
para mudarse al campo, en 1945 a Long Island, lejos de las tentaciones de la gran ciudad. Se<br />
dice que en 1950, un fotógrafo lo retrató trabajando a cielo abierto, algo que despertó tanta<br />
repugnancia en el pintor como para decidirse a volver al alcohol, tras dos años de abstinencia.<br />
Durante una entrevista para una publicación dedicada a la arquitectura, se le preguntó por<br />
qué prefería vivir en Nueva York, a lo que respondió: “Vivir en Nueva York es más agudo, más<br />
exigente, la vida es más intensa y extensa en Nueva York que en Occidente”. Desde entonces,<br />
todo fue cuesta abajo. En 1952 prácticamente abandonó la pintura. Dos años antes, en una<br />
entrevista radial que le realizó William Wright, Pollock fue nuevamente instado a hablar de<br />
su técnica y las justificaciones o pulsiones ocultas detrás de ella. Aunque buena parte de su<br />
celebridad se basa, justamente, en el desarrollo técnico de sus obras, él recalcó, en cierto detrimento<br />
del proceso creativo en sí mismo, que el resultado de la obra terminada era lo importante:<br />
“La mayor parte de la pintura que uso es una especie de líquido que fluye de la pintura.<br />
Los pinceles que uso se utilizan más como palos que como pinceles porque la cerda nunca<br />
toca el lienzo. (…) Yo no uso el accidente –porque yo niego el accidente– sino que tengo una<br />
noción general y previa de los resultados que obtendré. El resultado es lo que más me importa<br />
y no me hace mucha diferencia cómo la pintura llega al lienzo porque la pintura e incluso la<br />
obra no son más que un medio para llegar a una declaración”. Aunque aseguró tener un orden<br />
previo y una idea concreta y clara de lo que deberían transmitir sus obras, no todo el público y<br />
la crítica coincidieron en ver algo de eso, pero sí otras cosas.<br />
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