VE-12 ABRIL 2015
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Pero llegaba el domingo y aquellos olores cambiaban a pino y<br />
lavanda, cuando entre tú y mamá viajaba a Montserrat para pasar el<br />
día de descanso.<br />
Allí en un viejo pino estaba mi columpio, el que me habías<br />
construido para mi alegría y disgusto de mamá, pero allí estabas tú<br />
para que no me cayera, me fuiste dando empujones como en la vida<br />
misma, poco a poco fuiste soltándome y cada vez llegaba más alto,<br />
pero cuando estaba alcanzando las ramas, llegaron mis hermanos,<br />
compartí mi columpio con ellos y empezó una época en la que<br />
tratábamos a la felicidad de tú a tú.<br />
Pero tus raíces te abrazaron con la nostalgia del pasado y el<br />
columpio se giró hacia tierras castellanas, donde olí por primera vez<br />
el vino y la paja trillada, aunque tú seguiste oliendo a sudor.<br />
Por eso ahora, cierro los ojos y pienso que nos ha faltado tiempo<br />
para darte las gracias por empujar el columpio de mi vida, por tu<br />
sudor y abrazos, pues la vida en el fondo es como un columpio que va<br />
y viene.<br />
Ahora te toca subir a ti y empujar a mí.<br />
El día que te bajes subiré a mi hijo y le daré a él todo lo bueno<br />
que me diste, para que nuestros recuerdos se mezan en el viejo<br />
columpio eternamente, y tu recuerdo me acompañe cuando la vida<br />
me empuje demasiado fuerte, pues la vida es una puerta con muchos<br />
topes en los que tropezar.<br />
Por todo ello, “gracias papá, te quiero “<br />
Rosi Serrano Romero (Móstoles, Madrid)<br />
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