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Asentí con la cabeza.—¿Cómo se presenta el <strong>caso</strong>?—Mal. ¿No ha visto las noticias? Todo el mundo está alcorriente de lo del libro. Es una catástrofe. Cuanto más sé, más mepregunto cómo voy a defenderle.—¿Quién lo ha filtrado?—Creo que ha sido directamente el despacho del fiscal.Quieren aumentar la presión <strong>sobre</strong> Harry aplastándole ante la opiniónpública. Quieren una confesión completa, saben que, en un<strong>caso</strong> de hace treinta años, nada vale más que una confesión.—¿Cuándo podré ir a verle?—Mañana por la mañana. La prisión estatal se encuentraen las afueras de Concord. ¿Tiene dónde alojarse?—Aquí, si es posible.Hizo una mueca.—Lo dudo —dijo—. La policía ha registrado la casa. Esel escenario de un crimen.—¿El escenario del crimen no es el agujero? —pregunté.Roth fue a inspeccionar la puerta de entrada, después dioun rápido rodeo a la casa antes de volver sonriendo.—Sería usted un buen abogado, Goldman. La casa noestá precintada.—¿Eso quiere decir que puedo quedarme?—Quiere decir que no está prohibido que se quede.—No estoy seguro de haberlo entendido.—Es lo maravilloso del derecho en Estados Unidos,Goldman: cuando no hay ley, se inventa. Y si alguien le busca lascosquillas, se presenta usted ante la Corte Suprema, que le da larazón y publica una sentencia con su nombre: Goldman contra elEstado de New Hampshire. ¿Sabe por qué tienen que leerle sus derechoscuando le arrestan en este país? Porque en los años sesenta,un tal Ernesto Miranda fue condenado por violación basándose ensu propia confesión. Pues bien, figúrese que su abogado declaróque era injusto porque el bueno de Miranda no había ido muchoal colegio y no sabía que la Bill of Rights le autorizaba a no confesarnada. El abogado en cuestión montó todo un guirigay, apeló ala Corte Suprema y todo eso, ¡y resulta que el muy idiota va ygana! Confesión invalidada por la famosa sentencia Miranda con­

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