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primeras-paginas-verdad-sobre-caso-harry-quebert

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pájaros marinos. Mi cita en Concord con Benjamin Roth para visitara Harry no era hasta las once; en el intervalo, como no queríaestar solo, fui a comer tortitas al Clark’s. Cuando era estudiantey me alojaba en su casa, Harry tenía por costumbre llevarme allía primera hora del día: me despertaba antes de que amaneciera, sacudiéndomesin consideración, y me decía que ya era hora de ponermeel chándal. Después bajábamos al borde del océano paracorrer y boxear. Si se cansaba un poco, empezaba a jugar a los entrenadores:interrumpía su esfuerzo como para corregir mis gestoso mi postura, pero sé que <strong>sobre</strong> todo necesitaba recuperar el aliento.Entre ejercicios y carreras, recorríamos las pocas millas de playaque unían Goo se Cove con Aurora. Subíamos entonces por lasrocas de Grand Beach y atravesábamos la ciudad aún dormida. Enla calle principal, inmersa en la oscuridad, se percibía de lejos lafría luz que brotaba del escaparate del diner, el único establecimientoabierto tan temprano. En su interior reinaba una absolutacalma; los es<strong>caso</strong>s clientes eran camioneros u oficinistas que dabancuenta de sus desayunos en silencio. La radio aportaba el decoradosonoro, siempre en la misma emisora de noticias y con el volumentan bajo que impedía comprender lo que decía el locutor. Enlas mañanas de mucho calor, además, el ventilador del techo batíael aire con un chirrido metálico, haciendo bailar el polvo que acumulabanlas lámparas. Nos instalábamos en la mesa 17, y Jennyaparecía inmediatamente a servirnos café. Siempre me dedicabauna sonrisa de dulzura casi maternal. Me decía: «Mi pobre Marcus,te obliga a levantarte al amanecer, ¿<strong>verdad</strong>? Lo hace desde quele conozco». Y nos reíamos.Ese 17 de junio de 2008, a pesar de la temprana hora, elClark’s bullía ya de agitación. Nadie hablaba de otra cosa que del<strong>caso</strong> y, a mi entrada, los habituales que me conocían se arremolinaronen torno a mí para preguntarme si era <strong>verdad</strong>, si Harry había tenidouna relación con Nola y si la había matado, a ella y a DeborahCoo per. Eludí las preguntas y me instalé en la 17, que estaba libre.Descubrí entonces que la placa en honor a Harry había sido retirada:en su lugar no quedaban más que dos agujeros de tornillo en lamadera y la marca del metal que había decolorado el barniz.Jenny vino con el café y me saludó amablemente. Teníacara de tristeza.

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