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cerca de su casa. Le daba algo de canguelo vivir en aquella <strong>caso</strong>naal borde del bosque, y necesitaba que alguien fuese a tranquilizarlade vez en cuando. Siempre pedía disculpas por las molestias yofrecía café y pastas a los agentes que se pasaban por allí. Y al díasiguiente se acercaba hasta la comisaría para traer alguna cosilla.Ya te digo, una abuelita adorable. Del tipo al que no te molesta hacerfavores. En fin, ese 30 de agosto de 1975 la abuela Coo per llamóal número de emergencias de la policía diciendo que había vistoa una chica perseguida por un hombre en el bosque. Yo era elúnico agente de guardia en Aurora y me presenté inmediatamenteen su casa. Era la primera vez que llamaba en pleno día. Cuandollegué, estaba esperando frente a su casa. Me dijo: «Travis, vausted a pensar que estoy loca, pero ahora sí que he visto algo realmenteextraño». Fui a inspeccionar las lindes del bosque, por dondehabía visto a la joven: encontré un trozo de tela roja. Inmediatamentepensé que debía tomarme el asunto en serio y avisé al jefePratt, por aquel entonces jefe de la policía de Aurora. No estaba deservicio, pero acudió de inmediato. Side Creek es inmenso y sóloéramos dos para echar un vistazo. Nos internamos en el bosque:recorriendo una milla larga, encontramos restos de sangre, cabellosrubios y otros jirones de tela roja. No tuvimos tiempo dehacernos más preguntas porque, en aquel instante, resonó un disparoprocedente de la casa... Corrimos hasta allí y encontramos ala abuela Coo per en la cocina, bañada en su propia sangre. Despuéssupimos que había vuelto a llamar a la central para avisar deque la chiquilla que había visto un poco antes estaba refugiada ensu casa.—¿La chica había vuelto a la casa?—Sí. Mientras estábamos en el bosque había vuelto a aparecer,ensangrentada, buscando ayuda. Pero cuando llegamos nohabía nadie salvo el cadáver de la abuela Coo per. Aquello era unalocura.—Y esa chica ¿era Nola? —pregunté.—Sí. Nos dimos cuenta enseguida. Primero cuando llamósu padre, algo más tarde, para denunciar su desaparición. Y despuéscuando nos enteramos de que Deborah Coo per la había identificadoal llamar a la central la segunda vez.—¿Qué pasó después?

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