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primeras-paginas-verdad-sobre-caso-harry-quebert

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Quienes recuerdan bien a Nola dicen que era una jovencitamaravillosa. De las que dejan huella: dulce y atenta, dotada paratodo, resplandeciente. Parece ser que tenía esa alegría de vivir sinigual que podía iluminar los peores días de lluvia. Los sábados servíaen el Clark’s; revoloteaba entre las mesas, ligera, haciendo bailaren el aire su ondulada melena rubia. Siempre tenía una palabraamable para todos los clientes. No se la veía más que a ella. Nolaera un mundo.Era la hija única de David y Louisa Kellergan, evangelistasdel sur procedentes de Jackson, Alabama, donde había nacido el 12de abril de 1960. Los Kellergan se habían instalado en Aurora en elotoño de 1969, después de que el padre fuese contratado como pastorpor la parroquia de St. James, la principal comunidad religiosade Aurora, que tenía una influencia notable en aquella época. Eltemplo de St. James, en la entrada sur de la ciudad, era un edificioimponente de madera del que ya no queda nada hoy en día, desdeque las comunidades de Aurora y Montburry tuvieron que fusionarsepor razones de ahorro presupuestario y falta de fieles. En su lugarse levanta ahora un McDonald’s. Desde su llegada, los Kellerganse habían instalado en una bonita casa de una planta propiedad dela parroquia, en el 245 de Terrace Avenue. Fue probablementepor la ventana de una de sus habitaciones por donde, seis años mástarde, se esfumaría Nola, el sábado 30 de agosto de 1975.Estas descripciones se cuentan entre las <strong>primeras</strong> que mehicieron los habituales del Clark’s, donde me presenté la mañanadel día siguiente a mi llegada a Aurora. Me había despertado espontáneamenteal alba, atormentado por esa sensación desagradablede no estar realmente seguro de lo que hacía allí. Tras habercorrido un rato por la playa, había dado de comer a las gaviotas, yen eso estaba hasta que me planteé la cuestión de si de <strong>verdad</strong> habíavenido hasta New Hampshire únicamente para dar pan a unos

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