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primeras-paginas-verdad-sobre-caso-harry-quebert

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—¿Has venido a instalarte en casa de Harry? —me preguntó.—Eso creo. ¿Has quitado la placa?—Sí.—¿Por qué?—Escribió ese libro para esa chiquilla, Marcus. Para unaniña de quince años. No quiero dejar esa placa. Es un amor repugnante.—Creo que es algo más complicado —dije.—Y yo creo que no deberías mezclarte en este asunto,Marcus. Deberías volver a Nueva York y permanecer lejos de todoesto.Pedí tortitas y salchichas. Sobre la mesa habían dejado unejemplar manchado de grasa del Aurora Star. En primera páginaaparecía una inmensa foto del Harry de los tiempos gloriosos, conese aire respetable y esa mirada profunda y segura de sí. Justo debajo,una imagen de su entrada en la audiencia del palacio de justiciade Concord, esposado, decaído, el pelo revuelto, los rasgoshundidos, la expresión deshecha. Y, enmarcados, un retrato deNola y otro de Deborah Coo per. Y este titular: ¿Qué hizo HarryQuebert?Erne Pinkas llegó poco después que yo y vino a sentarse ami mesa con su taza de café.—Te vi en la televisión anoche —me dijo—. ¿Vienes aquedarte?—Sí, quizás.—¿Para qué?—No tengo ni idea. Por Harry.—Es inocente, ¿<strong>verdad</strong>? No puedo creer que hiciese algoasí... Qué locura.—Ya no estoy seguro de nada, Erne.Pinkas me contó cómo, días antes, la policía había desenterradolos restos de Nola en Goo se Cove, a un metro de profundidad.Ese jueves todo el mundo en Aurora había sido alertado porlas sirenas de los coches patrulla que habían llegado de todo elcondado, desde los patrulleros de la autopista hasta los vehículoscamuflados de la criminal, incluso una furgoneta de la policíacientífica.

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