40y no hubiese pasado nada. “Si yo hubiera” buscado la puertatrasera, tal vez lo hubiera podido auxiliar cuando reciénle dispararon. ¡Pero no hice nada! Igual fue con mi sobrinocuando nos acorralaron, nunca cogimos el teléfono para llamara la policía para que nos ayudara. No sé por qué en esosmomentos, tan difíciles, tan duros, tan aterradores, uno nopiensa, se bloquea. Pu<strong>de</strong>, en ambos casos, hacer muchascosas para salvar sus vidas, pero ni a mí, ni a nadie se leocurrió llamar a la policía. Pero yo tampoco nunca imaginéque esos tiros <strong>de</strong> los que hablaba la gente habían terminadoen la cabeza <strong>de</strong> Pedro. No sé si alguien se imagina lo que sesiente cuando uno pue<strong>de</strong> hacer algo y no lo hace. Pero aúncon todo lo horrible <strong>de</strong> esta situación, no me puedo sentirculpable, no fui yo quien buscó que esto pasara. Pasó, y soloDios sabe por qué, porque creo que si era voluntad <strong>de</strong> Diosque estuvieran vivos, él hubiera hecho que ellos se salvaran.A Pedro le rogué que no se metiera en nada, que se fuera y nolo hizo. A mi sobrino (aunque una vez, muy ofendida con él,le <strong>de</strong>seé la muerte, y lo hice <strong>de</strong> rabia), muchas veces salí ensu <strong>de</strong>fensa, porque yo lo quería mucho y no me gustaba quenadie se metiera con Luis. Él se crió conmigo, ¿cómo iba yoa querer que le pasara algo? Eso, ¡jamás!, Dios lo sabe, él conocemi corazón y por eso mi conciencia está tranquila. Alotro día en la morgue entregaron a Pedro. Entonces, fui enla noche al velorio que le hicieron en casa <strong>de</strong> su mamá, en labajadita. Al principio sentí temor, pero fui con mi mamá yno me rechazaron. También Nury fue, ahí estuvimos juntas,ella al fin no supo nada. Al otro día nos preparamos para elentierro. Mi familia me acompañó, me vestí con la ropa quehabía comprado para seducirlo el sábado, ¿se acuerda?Z. Sí.N. Una falda <strong>de</strong> jean, una blusa beige, unas sandaliasbeige… y así nos dispusimos para el último día. A Dios
gracias, la esposa no volvió a <strong>de</strong>cirme nada, ella no logróconfirmar nada con respecto a los dos. Tan así es que pu<strong>de</strong>ayudar a organizar el cadáver <strong>de</strong> Pedro, acomodarle su gorray darle un último beso. Solo la sobrina me vio besarlo.Durante el velorio, cuando hablé con la esposa, le dije lo muchoque él la amaba y el regalo que le estaba preparando parasu cumpleaños, y el amor inmenso por sus dos hijos. Todofue cordial. Nos fuimos para el cementerio, escuchamos lamisa, me hice muy lejos <strong>de</strong> la familia, por respeto y pru<strong>de</strong>ncia.Mi familia siempre me acompañó (ellos eran los únicostestigos <strong>de</strong>l dolor <strong>de</strong> mi alma, <strong>de</strong> lo mucho que yo lloraba,porque <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su familia solo mostraba cara <strong>de</strong> solidaridad,pero en mi casa no paraba <strong>de</strong> llorar y lamentarme). Enesa posición y con actitud tranquila y mesurada acompañéa Pedro hasta su última morada. Mientras lo sepultaban, yoguardaba distancia, oraba por él, y le hablaba. Cuando el cementeriofue quedando solo, un amigo en común me mirócomo adivinando lo que pasaba, se acercó, me regaló unarosa roja, sé que lo hizo con la intención <strong>de</strong> que se la arrojaraa la tumba. Lo miré en silencio, me acerqué, me aseguré quenadie me viera y tiré un beso a la tumba, le di un beso a larosa y la arrojé mientras le <strong>de</strong>cía: “adiós, amor mío, nuncate olvidaré”. De todas las personas que participaron en estasmuertes solo quedan vivos Pipe y el Patrón.Z. Tenaz, ¿no? ¿Y luego que hiciste?N. Nada… sólo llorar, ah, y escribí este poema. ¿Telo leo?Z. Sí, léelo.N. Hoy me encuentro… perdida en mi soledad.Todas las mañanas me <strong>de</strong>spierto con la dura realidad.¡Un día más muerta en vida!pero todos los días cuando me voy a dormir, lo hago con lailusión<strong>Fugas</strong> <strong>de</strong> <strong>tinta</strong> 241
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