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Haber Vivido. Eloy Sánchez

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<strong>Haber</strong> vivido \9<strong>Eloy</strong> Sánchez rosillo,poeta y hombre verdaderoEn esta vida, cuya secreta y honda sabiduría acostumbra a mostrarse juguetonae imprevisible ante los que abren los ojos del asombro —que son los de lagratitud—muchas de las cosas que nos parecen negativas terminan por resultarbenefactoras. El caso es que la editorial El Bardo, donde <strong>Eloy</strong> publicó su segundolibro, Páginas de un diario, debió de quebrar en aquellos tiempos de mi muytemprana juventud en los que yo andaba en una quiebra permanente, así quemuchos de sus libros estaban de saldo en la librería París-Valencia de la callePelayo de mi ciudad. En resumidas cuentas, lo que llevo un rato tratando de decires que pude hacerme con aquel libro de <strong>Eloy</strong>, cuya poesía no tiene precio, por lamódica cantidad de dos pesetas; y las dos pesetas no deben ser entendidas aquíbajo clave de metáfora, pues eso fue lo que tuve que pagar exactamente. La poesíade <strong>Eloy</strong>, tan intensa y rica en su sencillez casi franciscana, caló profundamente enmí desde el principio, y supe que había hallado en ella una compañía inestimable.No me equivoqué —a pesar de ser yo en esos momentos un lector bisoño— y,después de aquel primero, cada uno de sus libros ha venido a sumarse a la cuentade mi asombro y de mi agradecimiento siempre renovado. La voz límpida de <strong>Eloy</strong>le enseñó al joven poeta cursi, altisonante y vetusto que yo era secretamentepara todos —con las honrosas excepciones de mi madre y de mi abuela, que devez en cuando escuchaban de mí, con gran caridad cristiana, un soneto cojitrancode acentos o una silva ripiosa— que a la poesía no era preciso ir a buscarla en lapalabra-cascabel ni en la purpurina, porque ella se daba, de manera mucho máspropia y más cierta, en esa naturalidad de la media voz y en la observación de lasmil delicadezas de nuestra vida cotidiana. La poesía, que en <strong>Eloy</strong> era ya una verdadserena, regalada y viva, en mí apuntaba todavía como un apasionado esfuerzopersonal cuyo único fruto consistió, durante algunos años, en un escandalosoreguero de cadáveres: las obras completas de mi inmadurez. Pasó el tiempo, fuipurgando ínfulas y amaneramientos, y cuando publiqué el que considero miprimer libro, La luz, de otra manera, me hice con la dirección de <strong>Eloy</strong> y se lo mandécon una dedicatoria que ya no recuerdo, pero en la que le expresaba mi sinceraestima por su obra.Para mi sorpresa, a los pocos días tenía una carta suya en mi buzón, una cartaque venía como debe venir una carta, en un sobre con un elegante membrete queconsignaba con letras de imprenta, en su cara posterior, los datos del remitente.La ilusión con que abrí la misiva sólo la comprenderá el que haya sido joven yhaya sentido reverencia hacia la palabra escrita de otro hombre. El poeta

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