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Haber Vivido. Eloy Sánchez

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<strong>Haber</strong> vivido \61hijo —Pedro o Juan— se sentaba a mi lado, en la otra butaca, con el volumen en susmanos, y se quedaba allí leyendo un buen rato, hasta que la situación derivaba enuna conversación, una larga y sonriente y bromista charla —sobre ese libro o sobrecualquier otro tema—, y allí permanecíamos, padre e hijo, en la larga tardede invierno, hermanándonos, siendo uno en el otro.Con los años, todo eso cambió, ellos se hicieron hombres, y nuestroshermanamientos ocurrían al instante, libre y gustosamente.No de otra manera fue obrando al principio <strong>Eloy</strong> en sus primeros encuentroscon la poesía, al final de los setenta. Prestaba primero una atención larga,extensa, infinita. Cuando advertía la presencia, la cercanía luminosa, pero aúnno asegurada, de esa poesía, continuaba en su tarea, pero simulaba mirar haciaotra parte, fingía no darse cuenta. Él suele decir: “Para ciertas cosas de la vida,para que sucedan, hay que hacerse un poco el distraído”. Como el que espera,mirando hacia otro lado, que un jilguero que vuela cerca se aquiete en unarama, y comience su canto. Al final, <strong>Eloy</strong> conseguía que ese momento quedaracentelleando sobre el blanco de sus páginas.Entre sus primeros libros había siempre un lapso corto de tiempo, conuna escritura dejada siempre al azar de la inspiración. Entre La vida y Lacerteza llegaron a transcurrir nueve años (aunque esto fue también debidoa circunstancias personales). Luego, a partir de 2005, el ritmo de publicaciónvolvió a ser como al principio. Pero su relación con la poesía cambió. La cita conel acto creativo se hizo voluntaria, regular, casi monástica, no dependiente ya dela fortuna, como antes, y el poeta concibió el modo de verse con ella a solas: enciertas épocas, retirado junto al mar, en el Puerto de Mazarrón, ha ido acudiendoal encuentro con sus versos de manera firme y continuada en los meses extremosdel bochornoso Agosto y el helado Enero, aislado, inmerso en esa esencia que eraquedarse en sí mismo, y, ahora mirando de frente, “por las tardes, de cara a unapared blanca de mi casa”, la llegada misteriosa de la Poesía, que nunca ha dejadode acudir milagrosamente a esa hora precisa.Para otras cosas de su vida, en su manera de estar en el mundo y unirse oenfrentarse a él, como hemos dicho, <strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo ha estado tambiénsiempre en lo esencial.Le gustaba, en aquella primera juventud, y aún después, alardear de no ser unpensador (al margen de lo que toda gran poesía tiene de pensamiento) o, almenos, de ser poco pensador, en absoluto dado a teorías, ni generales ni sobreel comentario de la vida cotidiana. Con los años, quizás a pesar suyo, se ha ido

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