<strong>Haber</strong> vivido \47Inspirado en La intrusa. <strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo.Manuel G. ViñasEl buitre
48 /<strong>Haber</strong> vividoEL BALCÓN DE ELOY(Notas sobre <strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo)Al pensar en <strong>Eloy</strong> antes de comenzar a escribir estas líneas, lo primero que mevino a la cabeza fue la imagen de su balcón iluminado de noche. He visto esebalcón infinidad de veces, de día y de noche. Él vive en Murcia, en el 4º piso deun edificio situado hacia la mitad de la calle de San Nicolás. Dos puertas antesestá mi casa, y en el bajo de aquel edificio mi oficina. Conozco bien la calle y elinmueble de los que hablo, pero es la imagen de ese balcón encendido la que tengograbada. Con frecuencia, a horas avanzadas, es el único con luz en toda la fachada.Aun de día lo identifico de un golpe de vista y de un modo inconsciente al entraro salir de mi casa, pero llama mi atención sobre todo cuando oscurece y refulgeen él, casi a la mano, a pesar de la considerable altura, una luz amarilla y cálida.Entonces pienso en el amigo. Sé que estará allí, en su cuarto, en la soledad en laque ha ido encontrando día a día lo suyo. Quizá esté leyendo, o escribiendo, medigo, o tal vez no haga nada, y descanse, y espere. Alguna vez, mirando el balcón,me han venido a la memoria un par de versos del poema de Goethe “Legado”, quecuadran bien con lo que me sugiere:Obra de amor realizan espontánea,en este mundo, el vate y el filósofo.Y es que allí, en aquel cuarto, ha nacido buena parte de la obra de <strong>Eloy</strong> SánchezRosillo. Ese balcón iluminado se me ha ido transformando por sí solo en unareferencia, en una guía. Se ha convertido en el símbolo de lo que la amistad de <strong>Eloy</strong>,y él mismo, son para mí desde hace ya treinta y cinco años, que es el tiempo queha pasado desde que lo conocí.El poeta se trasladó a su casa de la calle de San Nicolás en el año 1979. En ellasigue, y en ella ha vivido buenos y malos momentos, como cualquiera en cualquiersitio, pero siempre, fueran cuales fuesen las circunstancias, cada noche la luz delbalcón que digo permaneció encendida muchas horas.Podría referir tantas cosas de la persona y de la vida de <strong>Eloy</strong>, y de su influenciaen la mía propia, que no sé por dónde empezar. Me vienen a la memoria infinidadde recuerdos, y con ellos algunas personas fundamentales en su vida. La primera,su madre, Celia Rosillo, por la que el poeta sentía verdadera veneración, y a laque, ahora que el hijo anda por la edad que ella debía tener cuando yo la conocí,encuentro que se parece cada vez más, y no me refiero sólo al parecido físico.A veces, hablando con él, una expresión suya, un acento, un modo de decir,