<strong>Haber</strong> vivido \25La Culpa- Cuando era pequeño, teníamos una gata en casa, se llamaba Menta, y era negracomo el carbón, y tenía unos ojos verdes muy grandes. Estábamos en verano.Mamá estaba haciendo la cena y papá limpiando.Yo quería jugar, me aburría mucho- Mientras Oliver se sumía en sus pensamientos,sentimientos y recuerdos, Marta tomaba notas en su cuadernito rápidamente a lavez que escuchaba el relato del niño con mucha atención- Empecé a jugar con Menta.Me aburrí de darle caricias y empecé a cogerla y a lanzarla hacia arriba. Entoncesella salió corriendo, y yo quise perseguirla. La seguí por toda la casa. La puertadel jardín estaba abierta para que entrase el frescor de la tarde. La gata salió y sesubió al almendro que papá y mamá habían plantado hacía muchos años. El árbolhabía crecido mucho y yo no llegaba a las ramas más bajas. Menta se subió en él,y me bufó desde arriba…- Sin darse cuenta, Oliver empezó a apretar los puños, suvoz se empezó a aflautar y los ojos se le tornaron vidriosos.- Yo quería que bajara,y comencé a tirarle piedras. Las ramas eran finas y Menta no tenía mucho espaciopara moverse, por lo que no fue muy difícil empezar a acertar en el blanco.Los ojos de Oliver se hinchaban poco a poco y sus lágrimas empezaban a aflorar.- Estuve largo rato tirando piedras, cada vez más grandes y con mayor fuerza. Sentíaque eso era divertido, me lo estaba pasando bien. Había visto muchas veces a losmayores tirar piedras a los gatos callejeros y no pensé que tuviera nada de malo.Marta seguía escuchando atentamente.- Al cabo de un rato, Menta cayó al suelo, sangraba mucho por la boca. Paré de reír,me había pasado y lo sabía, pero no sabía hasta que punto me había pasado. Mentame miró y… Y…No pudo contener más las lágrimas. Comenzaron a resbalarse desde los párpadoshasta sus mejillas, notó el sabor de sí mismo en la boca, sus ojos escocían. Mordíalos labios para contenerse un poco el llanto, sin conseguirlo.- Me pareció que lloraba. Me pareció que en sus ojos no había maldad, no bufó, notrató defenderse. Yo estaba paralizado, no sabía lo que estaba pasando, sólo tenía
26 /<strong>Haber</strong> vividocinco años. Nunca pensé que tras convulsos movimientos, extraños, y maullidostristes, delante de mí se derrumbaría sobre la hierba del jardín para no levantarsenunca más.Ni por un segundo más pudo aguantar el llanto. La espera se hizo larga y pesada.Marta nunca pensó que el origen de la tristeza del chico pudiera remontarse atantos años atrás. Lo dejó unos minutos consigo mismo, entonces le preguntó:- ¿Qué hiciste después? ¿Cómo te sentiste?- Entonces no sabía lo que estaba sintiendo, pero, tras muchos años después, yasé lo que sentí, le he dado muchas vueltas con el paso del tiempo. Después quisevolver a casa hablar con mis padres. Eso fue lo que hice. Mientras daba la espaldaa Menta, cabizbajo, caminando sobre la hierba del jardín, me sentí… Me sentí…Asustado, confuso, lleno de angustia y de desasosiego. Desde entonces supe quellevaría siempre la carga de tan horrendo crimen. Mientras caminaba, noté un pesoterrible sobre mi espalda, que me haría caer si no aguantaba. Un gran dolor decabeza, que ahora sé que era la conciencia, que todavía hoy me sigue atenazando.Y esa opresión en el corazón… Menta…Marta cogió la silla que ocupaba y de forma que no arrastrase las patas, para nomolestar al chico, volvió a apoyar la silla en el suelo. Acto seguido se sentó sobre ella,retiró las manos de la cara de Oliver, y habló con él el resto de la hora de terapia.Irene Martín Andrés3 º C ESO. IES Siglo XXI