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Haber Vivido. Eloy Sánchez

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62 /<strong>Haber</strong> vividoconvirtiendo en un tanto pensieroso (eso sí, parco siempre en sistemas, y muy ricoen los detalles y abismos del ser humano). Pero siempre dejó el lugar de honor, y amucha distancia, para la creación y su hondura emotiva.Frente a la dispersión, siempre el “centrarse”. No disgregarse nunca. La nodispersión priva a veces de cierta relación mundana, pero innecesaria, noauténtica “comunión” entre personas. De ahí que, en ocasiones, haya en él, tanhumano, tan alegre, cierta severidad de fondo. A menudo guarda silencio antelas voces disparatadas. Hasta que, a veces, muy de vez en cuando, esa severidadirrumpe, de forma radical, inapelable, sin dar opción.<strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo ha tenido a veces un carácter algo extremoso —hablo sobretodo de tiempos pasados—, esto es, ha estado sometido a pasar de un extremoa otro de sus estados de ánimo con cierta facilidad, aunque la mayor parte deltiempo fuera una persona ecuánime. Así, siendo de naturaleza expansiva y dadaa la efusión, llena de un grandioso sentido del humor, y de carcajeantes y noblesironías, podía pasar en el transcurso de la jornada (y en especial en las retiradasnocturnas después de una noche de fiesta) a inesperados raptos de melancolía,a súbitas cavilaciones ojerosas, en las que movía negativamente la cabeza comodiciendo, “Ah, por mucho que os empeñéis, todo acabará más temprano o mástarde”. Pero con el tiempo, paradójicamente, ese decaimiento de última hora haido desapareciendo —como ha ido atemperándose en su poesía lo elegíaco, hastairse casi del todo a partir de La certeza (2005)— para dar paso a un asentimiento,una fe y un goce muy puro de la vida.En una entrevista para un programa nacional de radio dedicado a la músicaclásica, en el que había que elegir varias obras favoritas, <strong>Eloy</strong> se decidió, entreotras piezas, por el segundo movimiento de la Sonata para violín y piano, nº 5,de Beethoven, adagio molto espressivo. Yo creo que ese tempo es el que ha tenidotoda su poesía, en las dos épocas de su creación—si puede decirse así en un poetasiempre tan fiel a sí mismo y a sus verdades—. Por tanto, un tempo lento, sereno,muy clásico, y una intensa expresión, incluso a veces romántica, ya un tantodolorida, ya exultante, cuando no cercana a una plenitud casi mística.En muy pocos autores de los últimos tiempos he apreciado yo esa sensualinvisibilidad de la música de sus poemas. Así, el sonido, el declinar, la caída de susversos es como la de esos balaustres acanalados en ciertas escaleras de frondososjardines árabes, por las que discurre el agua límpida, con completa y feliz placidez.Ha sido suya, desde el punto de vista de la sonoridad —siempre justa y medida—,la keatsiana felicidad verbal, la “verbal felicity” que es el requisito primero de unapoesía.

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