<strong>Haber</strong> vivido \51contagiosa energía, y una constancia capaz de sostener su esfuerzo el tiemponecesario hasta conseguir el fin que se ha propuesto. Sean cuales sean losproblemas que encuentre, jamás tira la toalla, al contrario, soy testigo de queante las dificultades aumenta su tenacidad, crece su convicción de que tarde otemprano podrá con ellas. Yo mismo he sido beneficiario de su ayuda en muchasocasiones, y cuando acudí a él recibí siempre una acogida fraternal, y volvíreconfortado con su palabra y con su trato.En lo que se refiere a su obra, no descubriré nada si digo que escribe únicamentedel mundo y de la vida, que su poesía es autobiográfica, que vive antes de escribir.Sus poemas son lo más lejano de algo abstracto o artificioso. Escribir por escribir,sin verdadero impulso, sin necesidad, es algo impensable en él. No hay dualidadentre la experiencia que el poeta ha vivido y el poema que la dice, se diría que éstees obra de la propia vida. De este modo, nos acercamos a una idea que el poetaviene repitiendo cuando se le pregunta por su trabajo: “Los poemas no los escribeuno, sino que los recibe como un don, como una gracia”. Para esta concepciónde la poesía el poeta no es más que un mediador entre lo inefable y el mundo;y su única labor la de permanecer atento, la de mantener viva la atención parapercibir una voz que pocos escuchan. Sólo cuando esa voz se ha oído se estálegitimado para escribir, no antes. Claro está que hay que conocer bien el oficio, yejercitarse duramente en él, pero lo decisivo es la escucha. Esta es la creencia de<strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo. De ahí que el paso de una poesía de tono elegiaco a otra másvital y celebrativa, que se produjo hace unos años, no causó extrañeza a quienes loconocen. No fue un cambio de rumbo deliberado por alguna oculta razón del autor,o decidido por este o aquel interés, sino un paso dado con absoluta naturalidad ensu propia vida. Se puede teorizar lo que se quiera sobre este asunto, pero la realidades en ocasiones más simple que las elucubraciones que pretenden explicarla.Con frecuencia el poeta nos da pruebas en sus propios poemas de la identidadque existe entre su vida y su obra. Así, hacia el final del hermosísimo poema “Lacerteza”, que cierra el libro de ese mismo nombre, nos dice algo plenamente válidopara todo lo escrito por él:Toco con estas manos lo que afirmo,con nitidez contemplo su fulgor…Mal se aviene esta poesía con los análisis puramente literarios, que por agudosy documentados que sean andan siempre por lugares lejanos a la realidad. Siqueremos conocer su verdadero valor debemos acogerla como a un ser vivo, esdecir, haciéndola vivir en nosotros. El trabajo del poeta ha sido tan intenso y a la
52 /<strong>Haber</strong> vividovez ha desaparecido de tal modo que nos permite acceder, sin sentirlo siquiera, ala emoción que lo llevó a crear. El poema que surge así es algo puramente natural,como unas hierbas, un chubasco, o unas rocas, y, como ellos, su mera presencia nosemociona. No se precisa nada ante la naturaleza para apreciarla y sentir su verdad.Lo mismo ocurre con los poemas de <strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo. Estoy pensando ahoraen los prodigiosos: “En mitad de la noche”, “Plegaria”, “La certeza”, “Misericordia”,“La escondida fuente”, aunque podría citar muchos otros.Precisamente en un texto titulado “Sobre la pintura en Ramón Gaya”, escribióMaría Zambrano: “Contemplar es lo adecuado a lo que está vivo” y, poco másadelante: “Algunas presencias… ejercen así una función insustituible: la de llamara la contemplación, la de exigirla y aun la de ponerla en ejercicio y en acto”. Estees el caso de la poesía de Sánchez Rosillo. Sucede así porque sus poemas noshacen partícipes de la vida que emana de ellos. Después de su lectura, conmovidospor ella, fijamos la atención en las palabras que obraron este suceso, volvemos aleerlas, y guardamos silencio para oír la maravillosa voz que el poeta hizo audible.Y otra cosa no hay, que diría el propio autor.Hace un par de días, al salir de mi casa, volví a ver el balcón de <strong>Eloy</strong>. Era sólo untrazo de luz en la mancha oscura de la fachada. Lo miré, pensando en él, con laemoción de quien ha visto en medio de la noche, aún de travesía, la señal infalibleque es la luz de un faro.José Rubio