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Haber Vivido. Eloy Sánchez

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<strong>Haber</strong> vivido \59Por tanto, a ese escrito me remito, dándole la vuelta a las cosas que él dice de mí—y aumentándolas— para agasajarlo como se merece. Y me dedicaré más a haceralgunos apuntes de retratos suyos, de su carácter y de su obra, y, sobre todo, aescribir acerca de un elemento central de nuestra fraternal relación que tiene quever con su actitud ante la literatura y la vida. Empezaré por este último. Ocurrióque, muy pronto, yo —pero no sólo yo, sino también algunos de los amigos que hemencionado— advertí ese rasgo genuino, original, de <strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo, queda título a estas páginas, y que se refiere tanto a su posición personal frente ala existencia diaria como a su manera de ser en la creación poética. Y que es suinnata (yo diría, “fatal”) capacidad para estar en lo esencial.Al principio de nuestra amistad, los dos supimos enseguida que a ambos nosapasionaba escribir, pero tardamos un poco —un año o dos— en mostrarnos lasprimeras páginas. El caso es que, desde ese momento, mientras yo me afanaba—con luchas y dificultades diversas— en mis libros y mis cosas, miraba cómoenfrentaba <strong>Eloy</strong> sus asuntos literarios, y veía cómo él avanzaba, fiel a sí mismo,sin aparente esfuerzo. Esto, como he dicho antes, también tenía que ver con suforma de vivir, con su no apreciar los “cantos de sirena” del mundo, ni su malavariedad tonta, ni sus aparentes encantos estrafalarios y falsos. Eso no quieredecir que Sánchez Rosillo no estuviera, sin embargo, a la última de lo que fuerarealmente válido en el devenir de las cosas. Pero, sobre todo, atendía con plenaentrega a lo fundamental, a amar infinitamente “los árboles, los libros, la música,el verano, las muchachas”; es decir, todo lo auténtico y vivo del ser. Tenía él, desdeel principio, una mirada desdeñosa para toda esa novedad espuria del mundo, sóloapariencia, para esas simples y coloristas tentaciones que a todos nos convocan.(Luego, durante años, esos pocos amigos y yo hemos acabado por hablar de todoesto unos con otros, con una sonrisa de admiración, sin decírselo quizás del todo a<strong>Eloy</strong>, para no hacerlo demasiado consciente de su bienaventuranza.) El caso es que,por muchos sentidos elogios que yo le haya hecho de su obra, sobre ese estar en loesencial nunca hemos hablado <strong>Eloy</strong> y yo, hasta el día en que escribo estas líneas,aunque yo se lo haya comentado de manera indirecta más de una vez.Estar en lo esencial no significa que las cosas se cumplan de inmediato, o muypronto, en el tiempo de la vida. Eso sucede en contados casos, como el de un Keats.El cumplimiento de “lo que ya es” suele tardar un poco en producirse, y tiene suparticular “evolución” interior. Al comienzo, en sus primeros versos de juventud,<strong>Eloy</strong> Sánchez Rosillo fue haciendo tanteos, dando “pasos”. <strong>Eloy</strong> tenía conciencia,desde luego, de un estar solo primigenio, por lo menos ante su obra, que es lacondición primera de la estancia en lo esencial. Así lo demuestra la cita de Pessoade la que obtuvo el título de su primer libro, Maneras de estar solo. El hallazgo de

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