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Viena 2010: - Sida Studi

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opinaToma mi manoSé que sientes miedo, tristeza, decepción,culpa, angustia; un cúmulo desentimientos, algunos vividos y otrosque estás a punto de vivir…Creerás no tener las suficientes lágrimaspara llorar, darás mil y una vueltasen tu cama, preguntándote, ¿por qué amí?; sentirás que tienes pocas almohadaspara abrazar y mucho tiempo paralamentarte.No te diré que guardes tus emocioneso “¡Ánimo! te pondrás bien”,porque si lo hiciera, sería engañarte. Enestos momentos, lo único que necesitases desahogarte: si quieres llorar, llora; siquieres gritar, grita. Tan sólo quiero quesepas que no estás solo/a, todos y todashemos pasado por eso y, desafortunadamente,más personas lo harán también.Esto es un nuevo camino, más fácil,más difícil; no lo sé, eso depende decómo quieras vivirlo.Puedes tomar el camino difícil, el dela amargura y el resentimiento, pero,¿qué conseguirás con eso? ¿Retrocederel tiempo? ¿Ser mejor persona? Nolo creo; lo único que podrías lograr esvolverte un muerto en vida, sentir cómocada día se convierte en una carga, perderla capacidad de soñar y de reír. Sinembargo, está el camino fácil, el de laaceptación y el optimismo, y de ese no teimaginas la cantidad de cosas que puedocontarte, porque, hace más de tresaños, decidí cogerlo. Descubrí lo fuertey luchador que soy, que puedo conseguirtodo lo que me proponga, que losdías son demasiado cortos; que un beso,un abrazo y una caricia guardan muchomás de lo que creía, aprendí a valorarmás a mi familia y a mis amigos, a enamorarmemás de la vida.Recuerdo haber leído un día la frase“El VIH te cambia la vida”; la escribióun chico en medio de su desesperación,y hoy, tengo que darle la razón. El VIHcambió mi vida, me ha hecho ser mejorpersona.Tengo 25 años, y hace unos cuantosme enteré de mi estado serológico.Quien consideré el amor de mi vida, sinsaberlo, me transmitió el VIH. Al inicio denuestra relación, él mantenía un amoríopasajero con otro chico, lo llevaba ensecreto; quizá porque no estaba segurodel futuro que podríamos tener juntos.Con los días y los meses, nuestrarelación se fue consolidando, hasta talpunto que él me lo confesó;discutimos, pero finalmente leperdoné.Todo era perfecto, me sentíamuy feliz a su lado. Aúnguardo en mi mente miles derecuerdos, su perfume, su tonode voz, su mirada…Un día, no sé cuál, aquelchico con el que estuvo le envióun SMS comentándole quetuvo algunos problemas cutáneosy que le sugirieron hacersela prueba del VIH. Por desgracia,dio positivo y, tratando depredecir un posible margen detiempo, le dijo a mi pareja quese hiciera la prueba. Él se la hizoy salió positivo. No se atrevió adecirme nada por miedo a mireacción y al dolor que me causaría.Dos semanas después, tuveuna molestia en la garganta;yo echaba la culpa a los cambiosde clima, pero era un dolorpersistente. En ese momento, élcreyó oportuno contármelo. Lloré hastaque mis ojos se secaron, le culpé tantasveces… Hasta que me quedé sin alientoporque, aun sin hacerme la prueba, eramás que obvio que yo también tenía elVIH.Me tomé un mes, me aislé de todo,y cuando me creí con fuerza, me hicela prueba; ya estaba preparado para elresultado positivo, y quizá por eso, elmédico se sorprendió al verme con tantaentereza al comunicarme la noticia.Indague un poco más acerca delVIH, tanto con mi médico, como conpersonas que también eran portadoras.Descubrí que pesa más el miedo que lamisma enfermedad. Tras las páginas deinternet se esconden muchos mitos yverdades a medias, que te confunden yocultan cosas.Siempre me ha gustado la escrituray en ella me refugié, me desahoguéescribiendo lo que pensaba, sentía, mismiedos y temores; en cómo quería vivirmi vida a partir de ahora. Me quité lacoraza y aprendí a perdonar. Busqué alque fue mi pareja y le dije que no pasabanada, le abracé y lloré. Él lo estabapasando mal porque, aparte de lidiarcon su enfermedad, debía cargar con laresponsabilidad de la mía. Antes, podríahaberle dicho “Te lo mereces”; ahorano, las cosas son de dos y la responsabilidadtambién debe serlo.Inicié un nuevo camino de la manode él. Más adelante, mi familia meacompañó y, poco a poco, me convencíde que esto no era el fin; lentamente,las nubes se fueron dispersando y el solempezó a brillar cada vez más fuerte.Algunos me dicen, “Tío, qué putada”,pero ésta es la vida que me tocóvivir.No estoy agradecido por tener VIH,sólo valoro que esto me enseñó a perdonar,a querer y a descubrir cosas queantes tal vez no hubiese sabido o sentido.Todos tenemos historias y ésta esla mía.Juan Andrés de SantamaríaEncuentra mástestimonios y opinionesde personas con VIHen http://gtt-vih.org/participa/historias_personalesLMP46 >Verano <strong>2010</strong> [7

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