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Revista CALIVIVA Edicion No. 011

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52<br />

INVITADO<br />

A propósito<br />

de la Paz<br />

Pbro, Rubén Alonso Castaño Gallego<br />

“MI PAZ LES DEJO, MI PAZ LES DOY”- Resuenan una vez más las<br />

palabras de Cristo en nuestros templos y sobre todo en nuestros<br />

corazones. Cristo de esta manera colma las ansias e inquietudes de<br />

todos los hombres quienes anhelan siempre tener paz.<br />

En nuestros días, en nuestra nación<br />

y en muchas del mundo<br />

entero, el clamor generalizado<br />

es el de tener la paz, la concordia<br />

y el bien con todas las posibilidades<br />

que generan.<br />

La paz es fruto del perdón que<br />

ofrecemos a nuestros hermanos y es<br />

por eso que debemos ser portadores<br />

de esperanza y de reconciliación.<br />

Que cuando lleguemos a nuestro trabajo<br />

o a nuestras familias digamos:<br />

“LES TRAIGO LA PAZ”<br />

En las Sagradas Escrituras ya<br />

desde el Antiguo Testamento, como<br />

adelanto del Nuevo, el tema de la<br />

paz tiene un riquísimo contenido y<br />

significado.<br />

Los hombres siempre desde lo<br />

más profundo de su ser ansían la paz.<br />

Pero muchas veces ignoran qué cosa<br />

es la paz. La paz es ante todo un don o<br />

regalo de Dios que debemos alcanzar<br />

recorriendo los caminos que conducen<br />

a ella. Esta paz que Dios nos da<br />

está unida a la humildad como apertura<br />

libre y amorosa al mismo Dios<br />

y a nuestros hermanos.<br />

Es un reflejo de la sabiduría divina<br />

que los humanos estamos llamados<br />

a conquistar.<br />

La paz se nos ofrece como sinónimo<br />

de felicidad perfecta. Desde la<br />

enseñanza y tradición de los hebreos,<br />

la palabra “shalom” significa estar<br />

colmado de bienes para disfrutar de<br />

lo que se produce o se obtiene con el<br />

trabajo constante y honesto. Y para<br />

ser hombres de paz se debe tener<br />

salud y los bienes necesarios para<br />

el desarrollo. En una palabra la paz<br />

encierra certeza y seguridad en el hogar,<br />

en los centros de estudio y formación,<br />

en los ambientes laborales<br />

e incluso en la política, entendida<br />

como el noble servicio de algunos<br />

en procura del bien para todos en las<br />

comunidades, pueblos y naciones.<br />

La paz de Cristo, sin embargo no<br />

es como la del mundo, que se basa<br />

en bienes transitorios y caducos. Es<br />

la paz entre hermanos, que incluye el<br />

poder perdonar y tolerar las ofensas<br />

y desprecios sufridos por fidelidad y<br />

amor a Cristo.<br />

Podemos ahora concluir que la<br />

paz cristiana nace y se desarrolla<br />

siempre por nuestra fe, fidelidad y<br />

obediencia al plan de Dios, que no<br />

desea la muerte ni proclama los odios<br />

fratricidas producto de la ambición,<br />

el egoísmo, la soberbia y el ansia de<br />

poder y de dinero.<br />

Plan divino que nos<br />

lleve a servir a los pobres,<br />

consolar a los débiles y<br />

a suplir las carencias y<br />

amarguras de nuestros<br />

hermanos, para que así<br />

los buenos seguidores<br />

de Cristo recibamos el<br />

don magnífico de su paz<br />

en nuestros hogares, en<br />

nuestras parroquias,<br />

escuelas, universidades<br />

y empresas. Todo esto<br />

puede parecer a simple<br />

vista una verdadera<br />

utopía, pero para los que<br />

creemos en Cristo, todo<br />

es posible si somos positivamente<br />

fieles a su voluntad<br />

que hará que surjan<br />

cielos y tierras nuevos<br />

donde la PAZ brille<br />

como un sol de comunión<br />

auténtica y duradera.

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