06.12.2012 Views

Lolita - Vladimir Nabokov

Lolita - Vladimir Nabokov

Lolita - Vladimir Nabokov

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>Vladimir</strong> <strong>Nabokov</strong> <strong>Lolita</strong><br />

camino ondulaba al frente, mientras un automóvil remoto alteraba su forma en<br />

el espejismo de la superficie y parecía pender durante un instante, anticuado,<br />

cuadrado y alto, en el halo ardiente. Y mientras avanzábamos hacia el oeste,<br />

aparecían macizos de lo que el hombre de la estación de servicio llamaba<br />

«artemisas», y después la misteriosa silueta de colinas parecidas a mesas, y<br />

después rocas escarpadas como chorreadas de tintas, con juníperos, y después<br />

una cadena montañosa, de un castaño que iba graduándose hasta el azul, y<br />

desde el azul hasta el sueño, y él desierto salía a nuestro encuentro con un<br />

viento firme, y polvo, y grises arbustos espinosos, y horribles pedazos de papel<br />

de seda que pretendían ser flores pálidas entre las espinas de troncos marchitos,<br />

torturados por el viento, a lo largo de la carretera, en medio de la cual se<br />

estacionaban a veces simples vacas, inmovilizadas en una posición (cola a la<br />

izquierda... ojos de pestañas blancas a la derecha) que interrumpían todas las<br />

reglas humanas del tránsito.<br />

Mi abogado ha sugerido que dé un informe preciso y franco del itinerario<br />

que seguimos, y supongo que he llegado aquí a un punto en que no puedo evitar<br />

esa faena. En líneas generales, durante ese año de locura (agosto de 1947 -<br />

agosto de 1948) nuestra marcha empezó con una serie de rodeos y espirales en<br />

Nueva Inglaterra, después de lo cual serpenteamos hacia el sur, arriba y abajo,<br />

hacia el este y el oeste; nos hundimos en ce qu'on appelle Dixieland, evitamos<br />

Florida porque los Farlow estaban allí, viramos al oeste, zigzagueamos a través<br />

de cintas de algodón y maíz (me temo que esto no sea demasiado claro,<br />

Clarence, pero no he tomado notas y sólo tengo a mi disposición, para cotejar<br />

con él estos recuerdos, un libro de viajes atrozmente mutilado, en tres<br />

volúmenes, casi un símbolo de mi pasado desgarrado y androjoso); cruzamos y<br />

volvimos a cruzar las Rocosas, rodamos por desiertos donde nos azotaron los<br />

vientos, llegamos al Pacífico. Giramos al norte a través de la pálida pelusa lila de<br />

matorrales en flor junto a los caminos; alcanzamos casi la frontera canadiense,<br />

seguimos hacia el este, a través de tierras buenas y de tierras malas, de regreso<br />

a la agricultura en gran escala, evitando –a pesar de las estridentes<br />

imprecaciones de la pequeña Lo– el terruño natal de la pequeña Lo, en un área<br />

productora de maíz, carbón y cerdos, y por fin retornamos al repliegue del este,<br />

desembocando en la ciudad escolar de Beardsley.<br />

2<br />

Ahora, al recorrer las páginas que siguen, el lector deberá tener presente<br />

no sólo el circuito general esbozado más arriba, con sus muchos desvíos y<br />

guaridas para turistas, sino también el hecho de que lejos de ser una indolente<br />

partie de plaisir nuestra gira era un duro, retorcido desarrollo teológico, cuya<br />

única raison d'étre (esos clichés franceses son sintomáticos) era mantener a mi<br />

compañera en un humor aceptable, entre beso y beso.<br />

Hojeando ese libro de viajes destrozado, evoco confusamente ese Jardín<br />

Magnolia, en un estado sureño, que me costó cuatro dólares y que, según el<br />

anuncio del libro, debe visitarse por tres razones: porque John Glasworthy (un<br />

escritor de mala muerte, pesado como una piedra) lo aclamó como el jardín más<br />

encantador del mundo; porque en 1900 la Guía Baedeker lo señaló con una<br />

estrella; y por fin, porque... oh, lector, mi lector, adivínalo... porque las niñas (y<br />

por Júpiter, ¿no era mi <strong>Lolita</strong> una niña?) «caminarán con ojos como estrellas,<br />

llenas de reverencia, por ese anticipo del cielo, absorbiendo una belleza que<br />

influirá sobre su vida toda».<br />

—No sobre la mía –dijo acerbamente Lo, sentándose en un banco con los<br />

suplementos de dos diarios dominicales en su regazo encantador.<br />

Pasamos y repasamos por toda la gama de restaurantes camineros de los<br />

87

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!