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Lolita - Vladimir Nabokov

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<strong>Vladimir</strong> <strong>Nabokov</strong> <strong>Lolita</strong><br />

mío, supongo. ¿Conque así fue? Comprendo... Qué triste... (Conque enalteciendo<br />

a su madre, ¿eh?) Y lo veía empujando su carricoche por el laberinto del<br />

supermercado, a la zaga del profesor W., también un viudo amable de<br />

movimientos lentos con ojos de gamo. O quitando la nieve de su camino, en<br />

mangas de camisa, con una voluminosa bufanda blanca y negra en torno al<br />

cuello. O siguiendo sin muestras de prisa rapaz (inclusive deteniéndose para<br />

limpiarse la suela de los zapatos en el felpudo) a su hija colegial que entraba en<br />

la casa. O llevando a Dolly al consultorio del dentista –una hermosa enfermera<br />

sonreía a la niña. Revistas viejas... Ne montrez pas voz zhambes... – Y durante<br />

las comidas con Dolly, en la ciudad, veía al señor Edgar H. Humbert comiendo su<br />

bife y manejando cuchillo y tenedor a la europea. O disfrutando, en duplicado,<br />

un concierto: dos franceses de caras marmóreas, muy serenos, sentados uno<br />

junto al otro, con la musical hija de H. H. a la derecha de su padre, y el musical<br />

hijo del profesor W. (el padre pasaba una noche higiénica en Providencia) a la<br />

izquierda del señor G. G. O abriendo el garage, un cuadro de luz que se traga el<br />

automóvil y se extingue. O con un vistoso pijama, bajando el visillo en el<br />

dormitorio de Dolly. O en la mañana del sábado, invisible, pesando<br />

solemnemente a su chiquilla en el baño. O en la mañana del domingo –no asiste<br />

a la iglesia– diciendo a Dolly que no se retrase. O recibiendo a una camarada de<br />

Dolly, que lo miraría extrañada y le dice: «Es la primera vez que veo a un<br />

hombre con smoking, señor... salvo en las películas».<br />

9<br />

Las amigas de Lo, que yo había tratado de conocer, se revelaron en<br />

general muy decepcionantes. Entre ellas estaban Opal Something, y Linda Hall, y<br />

Avis Champman, y Eva Rosen, y Mona Dahl (salvo uno, todos esos nombres son<br />

aproximativos, desde luego). Opal era una criatura tímida, informe, llena de<br />

granos, con anteojos, que adoraba a Dolly y no se dejaba dominar por ella. Con<br />

Linda Hall, campeona de tenis de la escuela, Dolly jugaba partidos por lo menos<br />

dos veces por semana: sospecho que Linda era una verdadera nínfula, pero por<br />

algún motivo que ignoro no fue nunca a nuestra casa (quizá le prohibieron<br />

visitarnos); por eso sólo la recuerdo como un resplandor de sol en una cancha de<br />

tenis cubierta. Entre las demás, ninguna podía aspirar al título de ninfa, salvo<br />

Eva Rosen. Avis era una niña rechoncha de piernas velludas, mientras que Mona,<br />

con una atracción vulgarmente sensual y sólo un año mayor que mi amante en<br />

desarrollo, había dejado de ser mucho antes una nínfula, si es que en verdad lo<br />

había sido. Eva Rosen, una personilla desplazada de Francia, era, por su parte,<br />

un excelente ejemplo de una niña desprovista de belleza llamativa, pero que<br />

revelaba al aficionado perspicaz algunos de los elementos básicos del encanto<br />

nínfulo, tales como una figura perfecta de púber, ojos de lento mirar y pómulos<br />

salientes. Su brillante pelo cobrizo tenía la suavidad del de <strong>Lolita</strong>, y los rasgos de<br />

su delicado rostro lechoso, con labios rosados y pestañas casi platinadas no<br />

tenían aire de zorro como los de sus semejantes, la cofradía de las pelirrojas<br />

intra-raciales. Tampoco usaba el uniforme verde de su clan; la recuerdo con<br />

ropas casi siempre negras o de un rojo oscuro: un pullover negro muy elegante,<br />

por ejemplo, zapatos negros con tacones altos, y esmalte granate en las uñas.<br />

Yo hablaba francés con ella (gran disgusto por parte de Lo). Las tonalidades de la<br />

niña eran aún admirablemente puras, pero para los términos escolares y<br />

deportivos recurría al norteamericano común. Más adelante, un ligero acento de<br />

Brooklyn se insinuó en su lenguaje, cosa harto divertida en una parisiense que<br />

asistía a una escuela elegante de Nueva Inglaterra con falsas presunciones<br />

británicas. Por desgracia, a pesar de que «el tío francés» de esa chica era<br />

«millonario», Lo se apartó de ella por algún motivo antes de que yo pudiera<br />

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