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<strong>Vladimir</strong> <strong>Nabokov</strong> <strong>Lolita</strong><br />
With a height of sixty inches.<br />
My car is limping, Dolores Haze,<br />
And the last long laps is the hardest.<br />
And I shall be dumped where the weed decays,<br />
And the rest is rust and stardust. 16<br />
Después de psicoanalizar este poema, advierto que es en verdad la obra<br />
maestra de un maniático. Los ritmos tensos, rígidos, estremecedores,<br />
corresponden con gran exactitud a ciertas imágenes y paisajes terribles, sin<br />
perspectiva, a imágenes y partes de paisajes magnificadas, como los esbozados<br />
por los psicópatas tests urdidos por unos astutos examinadores. Escribí muchos<br />
otros poemas. Me sumergí en la poesía de los demás. Pero no olvidé por un<br />
segundo el peso de la venganza.<br />
Sería una falacia de mi parte –y una tontería de parte del lector– decir que<br />
la conmoción producida por la pérdida de <strong>Lolita</strong> me curó de la pederosis. Mi<br />
naturaleza maldita no podía cambiar, por más que cambiara mi amor hacia<br />
<strong>Lolita</strong>. En playas y parques, mis ojos sombríos buscaban a hurtadillas, contra mi<br />
voluntad, los taimados melindres de las azafatas y doncellas de <strong>Lolita</strong>. Pero una<br />
visión esencial desapareció en mí: ya nunca concebí la posibilidad de deleitarme<br />
con una niña, específica o sintética, en algún lugar apartado; nunca volvió a<br />
hundir mi imaginación sus colmillos en las hermanas de <strong>Lolita</strong>, en parajes<br />
remotos, en las cuevas de una isla evocada. Eso había acabado, al menos por el<br />
momento. Por otro lado, ay, dos años de excesos monstruosos habían dejado en<br />
mí ciertos hábitos de lujuria: temía que el vacío en que ahora moraba me<br />
arrojara a la libertad de una repentina locura al compararlo con una tentación<br />
fortuita, en alguna acera entre la escuela y la comida. La soledad me corrompía.<br />
Necesitaba soledad y cuidados. Mi corazón era un órgano histérico e<br />
imprevisible. Así entró en escena Rita.<br />
16<br />
Estos versos trágicos de aparente comicidad, llenos de alteraciones y juegos de<br />
palabras, que la traducción, desde luego, no puede reproducir, son una muestra del<br />
estilo a veces alucinante de <strong>Vladimir</strong> <strong>Nabokov</strong>. (Se busca, se busca a Dolores Haze. /<br />
Pelo: castaño. Labios: escarlata. / Edad: cinco mil trescientos días. / Profesión: ninguna,<br />
o «estrellita». / ¿Dónde te escondes Dolores Haze? / ¿Por qué te escondes, Dolores<br />
Haze? / (Hablo en la ofuscación, ando por un laberinto, / y no logro salir, dijo el<br />
estornino). / ¿Hacia dónde corres, Dolores Haze? / ¿De qué está hecha la alfombra mágica?<br />
/ ¿Es este insano un puma de crema? / ¿Y dónde has estacionado, mi inseparable<br />
autito? / ¿Quién es tu héroe, Dolores Haze? / ¿Otro de esos actores de gorras azules? /<br />
¡Oh los días fragantes y las playas con palmas, / y los autos y los bares, Carmen mía /<br />
¡Oh, Dolores, cómo duele esa victoria automática! / ¿Sigues bailando todavía, amor mío?<br />
/ Los dos con chaquetas gastadas, ambos con remeras destrozadas, viajando por los<br />
Estados Unidos con una niña-esposa / sembrando a su Molly en cada estado / en medio<br />
de la protegida vida silvestre. ¡Dolly mía, locura mía! Sus ojos eran vair / y nunca los<br />
cerraba cuando la besaba. / ¿Conocen un perfume llamado Soleil Vert? / ¿Es usted de<br />
París, señor? / La otra tarde un frío aire de ópera me metió en cama: / un soplo... ¡tonto<br />
quien se fíe de él! / Nieva, ¡el decorado se derrumba <strong>Lolita</strong>! / <strong>Lolita</strong>, ¿qué he hecho de tu<br />
vida? / Muriéndome, nutriéndome, <strong>Lolita</strong> Haze, / de odio y remordimiento estoy<br />
muriéndome. / Y de nuevo levanto mi puño velludo, / y de nuevo te oigo llorar. / Oficial,<br />
oficial, allá van... / ¡En la lluvia, donde está esa tienda iluminada! / Y sus calcetines son<br />
blancos y la quiero tanto, / y su nombre es Dolores Haze. / Oficial, allá están... / ¡Dolores<br />
Haze y su amante! / Saque usted su revólver y siga a ese auto. / Y ahora túmbese y<br />
cúbrase. / Se busca, se busca: Dolores Haze. / Su mirada gris-humo nunca vacila. /<br />
Noventa libras es cuanto pesa, / con una altura de sesenta pulgadas. / Mi automóvil<br />
cojea, Dolores Haze, / y el último, largo trecho es el más duro, / y seré embestido donde<br />
la maleza se pudre, / y el resto es moho y polvo de estrellas).<br />
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