VE-18 NOVIEMBRE 2015
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Luego de días, meses, años incontables, Ana se sienta en el<br />
parque con sus ojos de color de césped, césped que no puede ver,<br />
solamente oler.<br />
El perro, al que acaricia con sus manos, pasa la lengua dulce en<br />
sus mejillas, mientras sus ojos se pierden en el infinito de lo obscuro.<br />
Mariposas que arrebolan sus cabellos y su eterna sonrisa sin pecado.<br />
Caramelos sin color pero como deben saber las aguas en el paraíso, y<br />
los cuentos por las noches imaginando desde la voz de su madre<br />
príncipes sin rostro y colores sin vida.<br />
La sonrisa de cuento, las manitos de cinco años hambrientas de<br />
sentir y de palpar; ver sólo una luz muy intensa, dorada miel, rayo de<br />
vida en sus ojos ciegos... Bola de fuego que acaricia su alma, única luz<br />
que vio y verá, pero que calienta su pecho como fogata al son de los<br />
latidos de su corazón alegre por sentir y ver nada más y nada menos<br />
que al mismo sol. Sol que siente en su plexo y que le brinda todos los<br />
colores en la paleta del mismo Dios.<br />
Y su vida será sentimientos sin mácula con jardines que huelen<br />
a fresa, caramelos que saben a cielos y con el resto de su vida por<br />
vivir, sintiendo sensaciones que sus sentidos no sienten.<br />
Como las doradas manzanas del sol que su madre le leía en sus<br />
noches eternas...<br />
Lucho Bruce (Mar del Plata, Argentina)<br />
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