EL PAPADO ES EL ANTICRISTO
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CAPÍTULO IV.<br />
El Anticristo No Es Un Ateo Ni Un Comunista<br />
El Anticristo, entonces, es una falsificación. Pero esta sola marca no es suficiente para<br />
identificar como el Gran Apóstata a la persona que la lleva. Todo engaño en religión es Anti-<br />
Cristiano; las otras marcas deben venir juntas con ésta para garantizarnos poder decir que<br />
hemos encontrado a aquel preeminentemente maligno, y que hemos encontrado esa<br />
portentosa combinación de toda maldad que ha de constituir el Anticristo. Sin embargo esta<br />
marca [de que el Anticristo es una falsificación] nos habilita a testear ciertas teorías que han<br />
sido propuestas sobre este tema. Si el Anticristo debe necesariamente ser un engañador (un<br />
falso cristo) entonces ningún ateo o cuerpo de ateos puede ser el Anticristo. Ningún panteísta<br />
o cuerpo de panteístas puede ser el Anticristo. Ellos no son engañadores; ellos son enemigos<br />
abiertos. Ellos hacen guerra en desafío a Dios y a Cristo, y bajo la declaración de que no hay<br />
tal persona como la que afirma la Biblia que llena el oficio de Mediador y Salvador del<br />
mundo. Ellos mantienen que el asunto entero es una invención de sacerdotes. El Anticristo no<br />
osa hacer tales aseveraciones. Esto sería fatal para él. Si afirmara que el Cristianismo es una<br />
fábula, y una completa impostura, él cavaría una fosa bajo sus propios pies. Él negaría el<br />
mismísimo primer postulado en su sistema; porque debería primero haber un Cristo antes de<br />
que pudiera haber un Anticristo.<br />
Y esta marca no menos hace que nos limitemos a rechazar la teoría que ha sido<br />
propuesta con mucha vehemencia y alguna plausibilidad, de que el Anticristo es un personaje<br />
político, o potentado, algún terroríficamente tiránico y portentosamente maligno rey, que ha<br />
de venir, y por un breve espacio devastará el mundo por las armas, ese es un Anticristo<br />
completamente diferente de aquel Anticristo que ha sido predicho en las profecías. Él podrá<br />
asemejarse, más aún, sobrepasarlo en abierta violencia, pero carece de la profunda<br />
disimulación bajo la cual el Anticristo ha de cometer sus atrocidades. La furia del mero tirano<br />
es derramada indiscriminadamente sobre el mundo en toda su extensión; la furia del<br />
Anticristo es concentrada en un particular objeto y en una particular causa; tampoco podrá<br />
decirse con alguna propiedad que el tal tirano se sienta en el "Templo de Dios", la silla sobre<br />
la cual el burlador de Cristo se deleita en mostrarse a sí mismo. La profecía absolutamente<br />
rehusa el ver en cualquiera de esas teorías la conjunción única y el sistema culminante de<br />
hipocresía, blasfemia, y tiranía que ella ha predicho. Hasta aquí estamos ayudados en nuestra<br />
búsqueda. Porque cuando somos capaces de poner a un lado algunos de los falsos anticristos<br />
venimos más cerca del avistamiento del verdadero. Volvemos ahora a la profecía de Pablo, y<br />
estaríamos ciegos, verdaderamente, si después del estudio de ella, estuviéramos en alguna<br />
duda acerca de quien es el parecido que se proyecta hacia nosotros desde esta remarcable<br />
predicción.