EL PAPADO ES EL ANTICRISTO
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CAPÍTULO XI.<br />
Las "señales y milagros" de Terror del Anticristo.<br />
Hay otra clase de milagros que el Papado profesa hacer, y que son de una naturaleza para<br />
nada inocente e inofensiva, al igual que tampoco lo eran aquellos enumerados arriba. Aunque<br />
igualmente falsos, ellos adeudan el terror que inspiraron y el sufrimiento que infligieron ante<br />
la creencia de que eran verdaderos y reales. Hablando del cordero de dos cuernos como la<br />
bestia de la tierra, Juan dice: "Y hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender<br />
fuego del cielo a la tierra delante de los hombres." (Apocalipsis 13:13).<br />
La profecía encuentra un impresionante cumplimiento en los entredichos papales y<br />
excomuniones tan frecuentes en la Edad Media y no desconocidas aun en nuestro propio día.<br />
Esas ebulliciones de venganza pontifical, fue pretendido, fueron fuego del cielo, el fuego de la<br />
ira de Dios que el Papa tenía poder de invocar, a fin de consumir sus enemigos. Las<br />
enceguecidas naciones creyeron que en la voz del Papa oían la voz de Dios, y que las<br />
fulminaciones del Vaticano fueron los truenos y rayos de la ira Divina. Una excomunión<br />
papal era más temible que la invasión de miles de hombres armados. Cuando era lanzada<br />
contra un reino qué consternación, miseria, y lamentos se extendían sobre él. El curso entero<br />
de la vida era instantáneamente detenido. Las luces eran extinguidas en el altar; las puertas<br />
de las iglesias eran cerradas; las campanas no serían tañidas; los matrimonios eran celebrados<br />
en los cementerios; y los muertos enterrados en zanjas. Los hombres no osaban hacer fiesta,<br />
porque un sentido de fatalidad pesaba sobre sus espíritus. Esos terribles edictos perseguían a<br />
los hombres hasta el otro mundo, y las almas que arribaban desde el infeliz reino con la<br />
maldición papal pendiendo sobre ellas encontraban las puertas del paraíso cerradas, y tenían<br />
que esperar desesperadas hasta que placiera a la divinidad de las Siete colinas levantar su<br />
sentencia. Así causó el Papado que el "fuego" cayera desde Dios desde el cielo, y los hombres,<br />
creyéndolo ser real fuego, fueron achicharrados por el mismo. En los días del Rey Juan,<br />
Inglaterra permaneció bajo entredicho por más de seis años.<br />
Aun para el más poderoso soberano la excomunión papal era un asunto temible. Él se<br />
convulsionaba y temblaba sobre su trono porque su ejército no podría darle protección;<br />
estaba bien, de hecho, si tanto soldados como súbditos no se unían para poner en práctica los<br />
requerimientos papales sacándolo de su reino, si algún monje fanático, por el más rápido<br />
despacho de la daga, les quitaba el problema. La historia Europea suministra una lista de más<br />
de sesentaicuatro emperadores y reyes depuestos por los Papas. En ese número están Enrique<br />
II de Inglaterra, depuesto por Alejandro III; el Rey Juan, por Inocencio III; Ricardo y Eduardo,<br />
por Bonifacio IX, Enrique Octavo, por Clemente VII, y de nuevo por Pablo III; Elizabeth, por<br />
Pío V. Aun el Rey Roberto Bruce tuvo esta terrible maldición lanzada contra él, pero gracias al<br />
elemento Culdee todavía fuerte en Escocia, el Rey Roberto y sus súbditos tomaron la<br />
fulminación del Papa como un brutum fulmen, y así no los dañó. Casi todas las bulas contra<br />
cabezas coronadas han contenido cláusulas despojándolas de sus territorios, y facultando a<br />
sus reyes vecinos a invadirlos y tomarlos; e influenciados en parte por un deseo de servir al<br />
Papa, y en parte por la codicia de lo que no era suyo, ellos no se demoraban en actuar en base<br />
a la permisión papal.<br />
Como una muestra del estilo altivo de esas fulminaciones –la boca que habla grandes<br />
cosas– damos la Bula de Excomunión publicada por Sixto V (1585) contra el Rey de Navarra y