EL PAPADO ES EL ANTICRISTO
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CAPÍTULO VIII.<br />
El Rey con las Tres Coronas: El Vicario<br />
Las Cruzadas nos han traído al siglo trece. Debemos volver hacia atrás a los siglos ocho y<br />
nueve, y notar ciertos cambios políticos que ocurrieron en esas épocas, los cuales<br />
contribuyeron con ayuda material para el Papado en el cumplimiento de su destino.<br />
Era la profunda meta del Papa plantar su sede en un lugar donde no debiera sujeción a<br />
ningún poder civil. Él deseaba tener un país de su propiedad, tanto como pudiera ser<br />
suficiente para mantener su grandeza, y desde donde reinaría como un rey temporal así como<br />
un soberano espiritual. Para un asunto así, mucho tiempo y trabajo fueron necesitados. El<br />
proyecto era manifiestamente inalcanzable mientras que un emperador reinara en el<br />
Occidente, o el monarca Gótico subsistiera en Italia. Pero es extraño decir, los eventos<br />
conspiraron para hacer vacío y vacante un lugar donde el Papa podría instalar su soberanía<br />
espiritual y temporal combinadas, su tanto tiempo anhelada pero no admitida meta. El<br />
primer paso fue el derribo del poder Gótico en Italia por Justiniano. Italia y Roma ahora<br />
llegaron a ser una provincia del Imperio de Oriente. La jurisdicción del emperador ausente<br />
fue de aquí en adelante sombría y débil; pero sin embargo esa leve restricción fue<br />
impacientemente aguantada, y el Papa Gregorio II comenzó a complotar sobre como<br />
desembarazarse totalmente de ésta. El conflicto entre las Iglesias del Oriente y el Occidente<br />
sobre el tema de la adoración de imágenes estaba entonces arreciando. Los Romanos<br />
celosamente mantuvieron la causa de las imágenes. El emperador, con la Iglesia Oriental,<br />
estuvieron alistados en la oposición. El Papa Gregorio instigó a los Romanos a rehusar el<br />
tributo al emperador. La revuelta fue exitosa; el representante imperial en Ravena fue<br />
asesinado, y los últimos vestigios de la jurisdicción del emperador sobre Roma e Italia fueron<br />
aniquilados. (Es valioso tener en cuenta, de paso, que los Romanos por su revuelta contra su<br />
emperador legal pusieron sus cuellos bajo un yugo que continuó exasperándolos por doce<br />
siglos. Ellos no tuvieron éxito en quebrarlo sino hasta 1870).<br />
El Papa estaba ahora en vista de soberanía temporal independiente, pero no la había<br />
logrado plenamente todavía. Noticias del norte lo atribularon. Los Lombardos habían<br />
cruzado los Alpes, y estaban ya en Ravena. No había poder en la artillería espiritual para<br />
detener el victorioso avance de esos fuertes guerreros. En su apuro, el Papa Zacarías tornó sus<br />
ojos hacia Pipino [Pipino el Breve], quien, de Gran Comandante, [también Mayordomo del<br />
Palacio], pasó a ser Rey de Francia. El Papa no suplicó en vano. Pipino primero, y su hijo<br />
Carlomagno después (774), conquistaron a los Lombardos, y dotaron a la silla papal con todas<br />
las ciudades y tierras en Italia que habían estado sujetas a la jurisdicción de los gobernantes<br />
Griegos. El Papa era ahora coronado monarca.<br />
Esta fue la tercera intervención por las armas en beneficio del Papa, y el tercer poder<br />
Gótico que hubo caído delante de él. Primero, los Vándalos se habían establecido en la propia<br />
diócesis del Papa, ocupando su predestinado dominio, e impidiendo su predestinado<br />
desarrollo. Las armas de Justiniano bajo su general Belisario, los barrieron. Segundo, los<br />
Ostrogodos se plantaron en Italia, y su vecindad cercana intimidaba al Papa, y prevenía su<br />
expansión. Ellos, también, fueron arrancados por las armas de Justiniano. Finalmente<br />
vinieron, como ya lo hemos dicho, los Lombardos, avanzando hacia las puertas de Roma. La<br />
espada de Francia los volvió atrás. Así, fue mantenido despejado un territorio en el que el