EL PAPADO ES EL ANTICRISTO
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el Príncipe de Conde, a quienes llama los "dos hijos de ira". Ésta dice así: "La autoridad dada a<br />
San Pedro y sus sucesores por el inmenso poder del Rey eterno sobrepasa todo el poder de los<br />
príncipes terrenales: comunica soberana sentencia sobre todos ellos, y si encuentra a alguno<br />
de ellos resistiendo la ordenanza de Dios, toma una más severa venganza sobre ellos,<br />
abatiéndoles desde su trono, sin importar lo poderosos que ellos puedan ser, y derrocándolos<br />
a las partes más bajas de la tierra, como a ministros del ambicioso Lucifer. Nosotros los<br />
privamos a ellos y a su posteridad de sus dominios para siempre. Por la autoridad de estos<br />
dones nosotros absolvemos y libramos a toda persona de su juramento de lealtad, y de todo<br />
deber cualesquiera, relacionado al señorío, fidelidad, y obediencia, y nosotros les acusamos y<br />
prohibimos a todos ellos de presumir obedecerles, o a alguna de sus admoniciones, leyes, o<br />
mandatos".<br />
Los Romanistas mismos han elegido la misma figura de Apocalipsis, "fuego del cielo",<br />
para designar las excomuniones Papales y anatemas. Así, Gregorio VII habló del Emperador<br />
Enrique IV cuando lo excomulgaba como de "golpeado con trueno" (Afflatum fulmino<br />
-Danburg, 587). Al mismo efecto es el relato de la excomunión del Emperador Federico por el<br />
Papa Inocencio en el primer Concilio de Lyon: "Estas palabras de excomunión, articuladas en<br />
medio de este concilio, golpearon a los oyentes con terror como lo harían los centelleantes<br />
rayos. ¡Cuando con velas encendidas y arrojadas, el Señor Papa y sus prelados asistentes<br />
centellearon su fuego relampagueante terriblemente contra el Emperador Federico, ahora no<br />
más a ser llamado emperador, sus procuradores y amigos rompieron en un amargo lamento y<br />
golpearon sus muslos o pechos en aquel día de ira, de calamidad y de dolor! (Harduin, vii<br />
401).<br />
Fue en los días de Gregorio VII que los cielos papales comenzaron así a tronar e<br />
iluminar. La primer explosión de la tempestad continuó por alrededor de doscientos años,<br />
cayendo su furia principalmente sobre reyes rebeldes. Cuando los reyes fueron sometidos la<br />
tormenta fue seguidamente dirigida contra las herejías y los herejes. Desde los días de<br />
Inocencio III hasta nuestra propia revolución de 1688, hubo únicamente breves períodos de<br />
silencio en el firmamento pontifical. Por cinco siglos esos truenos retumbaron casi sin<br />
interrupción o pausa. Estruendo siguió a estruendo en rápida sucesión. Las cruzadas de los<br />
Albigenses y Valdenses; las campañas Husitas en Bohemia; la Guerra de Carlos V en<br />
Alemania, las guerras de la Liga en Francia; las carnicerías de Alva en los Países Bajos; la<br />
guerra de los treinta años en La Patria Alemana; la [masacre de] San Bartolomé en Francia, y<br />
la igualmente sangrienta masacre de los Protestantes Irlandeses en 1641; esos son sólo unos<br />
pocos de los más notables estallidos de los truenos que han marcado el curso de aquella larga<br />
tempestad de ira pontifical que comenzó en los días de Hildebrando [el Papa Gregorio VII] en<br />
el siglo once, y continuó sus terribles reberveraciones hasta 1688.<br />
En el Gran Libro de Maldiciones de Roma una de las más notables es la "Bullum Coenae<br />
Domini". Ella es verdaderamente una declaración de la "boca que habla grandes cosas".<br />
Destinada a la Reforma, ella maldice todas las diversas secciones de la Iglesia protestante,<br />
dando especial prominencia a los Calvinistas y Zuinglianos. Su alcance es verdaderamente<br />
amplio. El mundo y sus habitantes, tanto como ellos pudieran conocer a los destinatarios de<br />
esta bula, son compendiosamente maldecidos en ella. Sus truenos se oyen resonar más allá de<br />
los límites de la Cristiandad, y sus rayos son vistos golpear a los piratas de los bárbaros<br />
océanos, así como a los Calvinistas de Gran Bretaña.