EL PAPADO ES EL ANTICRISTO
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CAPÍTULO XVIII.<br />
¿No Es Coincidente la Semejanza?<br />
Recuerde el lector que el retrato que ha estado estudiando no es nuestro, sino de Pablo. Y,<br />
cuando levanta sus ojos del cuadro, guíelos alrededor y trate de descubrir si puede el original<br />
al cual se asemeja. Las facciones son tan vívidamente trazadas, tan bien cortadas, tan seguras<br />
que no puede haber dificultad en detectar a aquel cuya imagen presentan. Pablo no pintó al<br />
azar. El suyo no es un vago boceto que puede coincidir fácilmente con cualquiera o la<br />
mayoría de los sistemas de error que se han levantado en el curso de las edades. Cuando<br />
leemos su profecía, tenemos la abrumadora impresión de que Pablo tenía ante sus ojos a<br />
alguna gran confederación, definidamente caracterizada, de larga vida, osadamente maligna,<br />
y temiblemente blasfema, que, bajo la máscara de la amistad, habría de guerrear contra el<br />
Evangelio. Estamos ciegos, verdaderamente, si no podemos encontrar el original del retrato<br />
de Pablo. Aquí está uno que ha erigido su trono en el templo Cristiano; que ha usurpado<br />
todos los títulos y funciones de Cristo; que ha profesado mediar entre Dios y el hombre; tener<br />
las llaves del cielo y el infierno; hacer grandes milagros, y hacer caer fuego del cielo; que ha<br />
cambiado leyes, hablado "grandes palabras", prohibido casarse, mandado abstenerse de<br />
ciertas viandas, ha vestido a sus sacerdotes con púrpura y escarlata y lino fino, adornado con<br />
oro y piedras preciosas; uno que ha hecho guerra contra los santos, y se ha emborrachado con<br />
la sangre de los mártires; que ha puesto su pie en los cuellos de reyes; más aún, se ha vestido<br />
con la túnica del Rey Eterno; incluso la infalibilidad; en fin, uno que ha dicho: Yo soy Vice-<br />
Cristo; Yo soy vice-Dios. Nosotros nos levantamos ante este hombre, y le decimos: "Tú eres el<br />
Anticristo". Dejen a quien se humillará e inclinará delante de ti; dejen a quien remendará de<br />
nuevo tu máscara la cual comienza a ponerse deshilachada y a permitir relucir los horribles<br />
rasgos que se ocultan detrás de ella; dejen a quien minimizará tus crímenes, y negará que tú<br />
alguna vez perseguiste, y aunque simulando la mansedumbre e inocencia de un cordero, eres<br />
un lobo devorador. Dejen a quien fraternizará contigo en la arrogante y blasfema pretensión<br />
que estás todavía exhibiendo, nosotros decimos de ti: "Tú eres aquel de quien Pablo en<br />
antiguo tiempo, escribiendo por el Espíritu Santo, habló. ¡Oye como te llamó! Él te llamó: "El<br />
Hombre de Pecado" e "Hijo de Perdición".<br />
¡Ah! Estás ajustando tu máscara; y doblando los pliegues de tu manta; y mirando hacia<br />
abajo sobre los reyes de la tierra una vez más a tus pies, [entonces] tú dices: "¿No soy yo<br />
Dios?" Conocemos quien eres. ¡Tú eres el apóstol caído! ¡El Ministro de Lucifer! ¡Tú vienes del<br />
fondo del abismo, y al abismo retornarás!<br />
No hesitamos en decir, que tenemos casi tan plena y convincente evidencia de que el<br />
Papado Romano es el Anticristo, como la tenemos de que Jesús de Nazaret es el Cristo.<br />
En conclusión, notemos que el Cristianismo se muestra solo, en cuanto a que tiene su<br />
Anticristo o falsificación. El Mahometismo no tiene tal falsificación. El Budismo no tiene tal<br />
falsificación. No hay poder o verdad suficiente en esos sistemas para llamar a la existencia un<br />
gran sistema de falsificación opositora. Sin el sol, no puede haber sombras. El sol del<br />
Cristianismo ha estado acompañado a través de todas las épocas por esta sombra. Tanto que<br />
el Anticristo hace homenaje a la divinidad del Evangelio. A menos que Cristo hubiera venido<br />
antes, el Anticristo no podría haber venido después.