The Ruta Magazine Edicion n14 Febrero 17
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EL RUTOMETRO.<br />
La ruta Marroqui. Part.II<br />
(De Ouarzazate a Fez)<br />
Decidimos seguir por esa carretera hasta Telouet.<br />
No estamos muy convencidos, ya que es una carretera<br />
local. A veces la vida te regala momentos inolvidables.<br />
Y ese fue uno de ellos. Sin duda. La carretera<br />
P1506 avanza hacia el norte dibujando curvas y más<br />
curvas al son de las montañas.<br />
El sol ya calienta y las calles de Ouarzazate están<br />
animadas desde primera hora.<br />
Nos damos una vuelta con la moto, localizando los<br />
estudios cinematográficos donde se rodaron unas<br />
cuantas películas. Aunque el objetivo principal es<br />
comprar una crema de protección solar en una de<br />
las mil farmacias que vemos.<br />
Nada más salir de la ciudad, el árido desierto de roca<br />
y piedra ennegrecida se apodera del paisaje. Solamente<br />
algunos cordones verdes de palmerales y<br />
verdes veredas logran zafarse del monótono mundo<br />
ocre. Y junto a ellos, viejos pueblos desordenados<br />
de rojizo adobe.<br />
Aït Ben Haddou es parada obligada. Aunque aún no<br />
entiendo muy bien por qué. El viejo pueblo se encarama<br />
al risco que tiene detrás, ocupando una posición<br />
preferente sobre el río. No es más bonito que otros<br />
muchos del camino. Quizá algo más grande. Pero<br />
seguramente su fama le llega de haber sido el escenario<br />
de la película Gladiator. Efímera fama.<br />
De repente a nuestra derecha aparece un enorme<br />
cortado, como si la tierra se hubiera abierto en una<br />
herida sin cerrar. Y allá abajo, al fondo, estrechos<br />
palmerales intentan escapar de la oscuridad. Los<br />
pueblos surgen uno detrás de otro, en precario equilibrio<br />
sobre el precipicio.<br />
De lejos parecen abandonados, apenas unas cuantas<br />
paredes rojizas. Pero al acercarse, la vida te<br />
da en la cara de bruces. Niños yendo a la escuela,<br />
hombres trabajando en la puerta de su negocio o<br />
mujeres acarreando pesados fardos de leña. Donde<br />
no darías ni un duro por encontrar a nadie, resulta<br />
ser un pueblo lleno de vida. Curiosidades de este<br />
mundo loco.<br />
El asfalto es cada vez más estrecho, apenas un carril<br />
por el que se ha de luchar cuando aparece un<br />
coche de frente: el que no se aparta se queda con<br />
él. En algunos tramos incluso llega a desaparecer y<br />
se convierte en una hacheada y pedregosa pista. A<br />
ambos lados, las montañas de consistencia arcillosa<br />
adquieren diferentes colores. Rojos, amarillos e incluso<br />
verdes nos sorprenden detrás de cada curva.<br />
Unos pocos kilómetros después de Telouet, la carretera<br />
contacta con la nacional. Allí se acaba una<br />
de esas joyas escondidas de Marruecos, pero no<br />
las emociones. Nos quedan casi cien kilómetros de<br />
curvas de todo tipo. El puerto de Tizi-N’Tichka es larguísimo,<br />
y me atrevería a decir que todas sus curvas<br />
son diferentes. Más de 2000 metros de altura para<br />
atravesar el Atlas. Montañas nevadas cercanas y un<br />
trazado muy divertido, aunque el asfalto no pasa de<br />
correcto.<br />
En algunas curvas la gente local ha montado su chiringuito<br />
de recuerdos, enseñándote geodas de colores<br />
brillantes y atrayentes. Pero lo que quiero es<br />
llegar ya a la mágica ciudad de Marrakech.<br />
El tráfico se intensifica, sobre todo al llegar a la ciudad.<br />
Nuestro hotel se encuentra en pleno meollo, en<br />
el centro de la Medina. Allí no entran los coches, solamente<br />
las omnipresentes mobylettes. Y yo con ellas.<br />
Estrechísimas calles llenas de gente, de comercios<br />
y de mobylettes. Intento hacer caso al GPS, y<br />
voy caracoleando entre puestos de especias, de babuchas<br />
o de lámparas maravillosas.<br />
Finalmente la Medina puede conmigo y debemos<br />
dejar la moto. Después de preguntar unas cuantas<br />
veces, conseguimos llegar a nuestro Riad. La moto,<br />
quedará aparcada rodeada de sucios coches en una<br />
pequeña placita, a la que tienen la osadía de llamar<br />
“parking”.