Revista Yoga + Edición 70

es y Sistémicas, porque en ellas están los tres cuerpos de la
persona involucrados: el físico, el emocional y el mental. En
muchas ocasiones, los movimientos profundos alcanzan también
la dimensión del alma.
La teoría sistémica y la filosofía hellingeriana ampliaron nuestra
mirada, transformando nuestra manera de relacionarnos
con la familia y también con otros sistemas de los que formamos
parte.
Las nuevas Constelaciones espirituales
Si utilizamos las Constelaciones Familiares de forma fenomenológica
sin prescribir los Órdenes del Amor a modo de
receta universal, podemos detectar las implicaciones inconscientes.
De modo que puedan salir a la luz dinámicas
excluidas y reprimidas.
Facilitar estas Constelaciones requiere plena atención, quietud,
habilidad para percibir movimientos sutiles, integridad
espiritual y fuerza centrada. Requiere un espacio interno
amplio para poder recibir toda la información que se manifiesta.
Hellinger llama a este espacio interno “centro vacío”.
No debe confundirse con un espacio “sin nada”; se trata de
un espacio donde todo está integrado, tal como es.
Las Constelaciones espirituales no se limitan a realizar un
“ajuste sistémico” que nos permita conectarnos con todos a
quienes pertenecemos, sino que principalmente logran que
todo, también el dolor por aquello que no fue posible, por el
rechazo vivenciado, por el amor no correspondido, pueda
salir, y liberar el camino hacia el movimiento auténtico del
alma, hacia el desarrollo de su propio potencial. Para que
no sea necesario en el futuro crear nuevos escenarios donde
el mismo problema se reedite una y otra vez.
A partir de mis investigaciones, la experiencia personal y profesional,
sostengo que las Constelaciones y la espiritualidad,
lejos de ser caminos paralelos, se encuentran indisolublemente
ligados. El desarrollo de la espiritualidad de cada
facilitador de Constelaciones es necesario para trabajar con
las nuevas Constelaciones, tal como Hellinger las ha presentado.
Observar una Constelación es como ver un barrilete volar.
Según su condición y disposición, éste es llevado por el espíritu.
El facilitador lo acompaña a través del hilo, y este hilo
representa la conexión con el consultante. Cuanto más presente,
disponible y centrado está el facilitador, tanto más puede
permitir, que el barrilete remonte vuelo.
En esta imagen podemos ver los Órdenes del Amor como una
escalera que nos lleva a abrir la conciencia hacia el entendimiento
filosófico sistémico. Cuando los hemos internalizado
podemos decir, junto al filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein,
que estamos listos para olvidar la escalera y, con el Centro
Vacío, abrir nuestra conciencia hacia la inteligencia nuclear
de nosotros mismos y, en consecuencia, a la del consultante,
acompañando su vuelo hacia la luz.
* Coordinadora Ejecutiva CLCF. Coordinadora Editorial Alma
Lepik.
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