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las gaviotas, llegamos a Tórshavn, la capital de<br />
las islas Faeroe, en cuyo puerto estuvimos un<br />
par de horas atracados; sabíamos que en este<br />
archipiélago íbamos a estar tres días; pero sería<br />
a la vuelta.<br />
El silbido del Norröna anunciaba ya que levaba<br />
anclas, y nos íbamos deleitando la vista a medida<br />
que el ferry sorteaba estas paradisíacas islas,<br />
sin perder el rumbo hacia Islandia. Durante el<br />
trayecto tuvimos ocasión de darnos un relajante<br />
baño en el “hotpot” (especie de jacuzzi, pero<br />
sin burbujas, tan sólo agua caliente), situado en<br />
cubierta, desde cuya circular bañera de madera<br />
podíamos seguir contemplando la inmensidad<br />
del océano.<br />
El sonido de los altavoces del camarote nos<br />
indicaban que ya debíamos de comenzar a salir,<br />
y es cuando pudimos darnos cuenta que nos<br />
esperaba un idioma, estrechamente vinculado<br />
con la cultura vikinga, tan difícil de escuchar<br />
como intentar leerlo, cuyas frases parecen un<br />
juego de palabras, con muy pocas vocales.<br />
Con los bártulos a cuestas, nos dirigimos al<br />
bar, para tomarnos el primer café de la mañana<br />
(aviso para navegantes: no esperéis mucha<br />
cosa en estos cafés, son aguachirri; el efecto de<br />
la cafeína es pura coincidencia); y allí volvimos a<br />
encontrarnos con los compañeros de ferry.<br />
Al asomarnos al exterior, pudimos comprobar<br />
que la inmensidad del mar estaba dejando<br />
paso a la tierra firme; después de despedirnos<br />
de tan fantástica compañía, nos dirigimos a las<br />
entrañas del Norröna.<br />
Las puertas se abrieron de golpe; las bodegas<br />
estaban llenas hasta la bandera: coches,<br />
furgonetas, caravanas, motos, bicicletas…, y<br />
en pie nos esperaba la Perla, con tantas ganas<br />
como nosotros de entrar en acción.<br />
Salimos del ferry; el golpe de aire frío nos daba<br />
la bienvenida a Islandia; el termómetro nos decía<br />
que estábamos a 4ºC…<br />
Nada más descender a tierra, una mujer con<br />
uniforme nos preguntó en inglés: ¿cuánto tiempo<br />
estaremos en Islandia?, y después de ponernos<br />
una pegatina en la cúpula, no tardamos en salir<br />
del puerto.<br />
Ya estábamos en la isla soñada, la legendaria<br />
Thule, donde el fuego y la nieve se complementan<br />
en un paisaje único en el mundo.<br />
El GPS indicaba que nuestro primer destino