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TELAR DE VOCES

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N ARRATIVA: LA VIDA COTIDIANA HECHA PALABRA 135<br />

ha sabido de él. Quizá se encuentre muerto.<br />

Aquella nueva noche, dócil como hacía muchos meses no te habíamos visto,<br />

te acostaste temprano. Tu madre y yo nos quedamos despiertos hasta que terminó<br />

una película que transmitían por televisión y también nos retiramos a descansar.<br />

Tuve un sueño: oía que el viento entraba por toda la casa, que se agitaban las<br />

cortinas, se azotaban las ventanas, los vidrios del cristalero golpeaban como locos,<br />

platos y vasos chocaban contra el suelo, a lo lejos aullaban y ladraban los perros, un<br />

llanto de bebé llenaba los rincones, se metía por la piel y se arrastraba lento en cada<br />

hueso…<br />

Alguien me había contado cosas extraordinarias: «en esa casa asustan»; «en<br />

donde esta fincada, antes fue cementerio, ¿no te ha salido el soldado sin cabeza?».<br />

En diversos momentos estuve a punto de despertar. Solo lo logré cuando el<br />

grito desgarrado y horrendo de tu madre me arrancó súbitamente de la pesadilla que<br />

me tenía cautivo.<br />

Su sangre manaba a borbotones, me mojaba el cabello y escurría por la cama.<br />

Todo lo vi, perplejo.<br />

Sin meditarlo, como en un trance hipnótico, aparté el cuchillo de su cuello y la<br />

miré morir. Dejé que me inculpara para salvarte. Tú fuiste a casa de mi hermana<br />

Sara. Te cuidaron, te trataron bien, te inscribieron en la escuela… obtuviste siempre<br />

los mejores promedios. Nunca preguntaste por nosotros, según ahora sé. ¿Por qué?<br />

Tal vez una parte del cerebro se negaba a aceptar nuestra existencia.<br />

Hace apenas un mes me alegró la noticia de tu graduación. «Ah —me dije—,<br />

tendremos un gran abogado en la familia». Y hace una semana tu tía Sara me trajo a<br />

conocer las invitaciones de tu boda.<br />

Ni idea tienes de lo que eso significaba para mí. Pude creer que el sacrificio<br />

había valido la pena. Que yo estoy en la cárcel y que tu salud era inmejorable, que<br />

pude salvarte. Te hiciste una profesión y estabas a punto de hacerte una familia. ¿No<br />

era maravilloso?<br />

Sí, lo era. Pero, hete aquí, conmigo, en esta cárcel pútrida, insoportable, húmeda,<br />

llena de bichos, de porquería, de miseria…<br />

Hete aquí, condenado por matar a tu esposa en la noche de bodas.<br />

Ahora dime, ¿por qué?<br />

— Jorgito me lo dijo…

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