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214 T ELAR <strong>DE</strong> <strong>VOCES</strong><br />
SIRIACO.— De esas meras compadre.<br />
SIRIACO.— ¿Cobran?<br />
JOSÉ.— ¡Pos claro! Las de gratis son de aquí.<br />
SIRIACO.— ¿Tienes idea del precio?<br />
JOSÉ.— ¿A poco quiere darle vacaciones a la comadre.<br />
SIRIACO.— Este… pos… Yo pienso que un cambio de cuero, a cualquier<br />
tabalartero beneficia.<br />
JOSÉ.— ¡Quién hablará como uste, hasta parece cura!<br />
SIRIACO.— Gracias por el cumplido; pero regresando al grano, ¿me podría informar<br />
sobre las cuotas que los parroquianos de Güejuquilla tenemos que pagar para<br />
saborear tan delicioso manjar?<br />
JOSÉ.— Este… pues, hasta donde yo sé, éstas no son para comérselas, son tan<br />
sólo para el goce de un ratito.<br />
SIRIACO.— Ya lo sé, compadre, ya lo sé; me estaba refiriendo a ellas en forma<br />
metafórica.<br />
JOSÉ.— Sepa Dios lo que sea eso, pero lo que sí le puedo asegurar, es que esas<br />
viejas sirven pa’ cochar, y cobran su servicio.<br />
SIRIACO.— Eso es lo que me interesa saber.<br />
JOSÉ.— Dicen los que ya fueron que hay hasta de quinientos pesos.<br />
SIRIACO.— ¿Tan caras?<br />
JOSÉ.— Fue lo que me dijo tu hermano.<br />
SIRIACO.— ¿Indalecio?<br />
JOSÉ.— Ese ya no puede con su alma.<br />
SIRIACO.— ¿Mariano?<br />
JOSÉ.— ¡Ándale! Por cierto me dijo él, había pagado una de mil.<br />
SIRIACO.— Escuincle cabrón, sólo tiene catorce años; a su edad que esperanzas<br />
que yo conociera sabor a mujer.<br />
JOSÉ.— Yo menos, compadre, a lo mucho llegué a burra como los de antes.<br />
SIRIACO.— No, pos sí. ¿Qué dice? ¿Vamos a ver el colorido de las frutas?<br />
JOSÉ.— Putas, compadre, pa’ ver fruta vamos al mercado. Enséñese a hablar<br />
en cristiano.<br />
SIRIACO.— Está bueno pues, ¿vamos?<br />
JOSÉ.— Hay un chingo de gente, mejor mañana.<br />
SIRIACO.— ¿Pos cuántas damiselas son?