04.11.2017 Views

Memorias de una Geisha - Arthur Golden

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

mayoría <strong>de</strong> los peces tenían los ojos muy abiertos y vidriosos, pero <strong>de</strong> vez en<br />

cuando uno movía la boca, y a mí me parecía que estaba dando un gritito. Yo<br />

intentaba tranquilizarlos diciéndoles:<br />

—Vais a la ciudad <strong>de</strong> Senzuru, pescaditos. No os pasará nada.<br />

No veía qué se ganaba diciéndoles la verdad.<br />

Por fin, el Señor Tanaka salió a la calle y nos dijo a Satsu y a mí que nos<br />

subiéramos con él al carro. Yo me senté en el medio, lo bastante pegada al Señor<br />

Tanaka para tocar con la mano la tela <strong>de</strong> su kimono. Me sonrojé. Satsu me miró<br />

fijamente, pero no pareció notar nada, igual <strong>de</strong> aturdida que <strong>de</strong> costumbre.<br />

Me pasé gran parte <strong>de</strong>l viaje mirando al pescado bullir en las cajas. Al subir<br />

la loma, <strong>de</strong>jando atrás Yoroido, <strong>una</strong> rueda pasó sobre <strong>una</strong> gran roca, y el carro se<br />

inclinó <strong>de</strong> pronto hacia un lado. Una <strong>de</strong> las lubinas cayó al camino y revivió con<br />

el golpe. Verla aletear, boqueando, era más <strong>de</strong> lo que yo podía soportar. Me volví<br />

con lágrimas en los ojos, y aunque intenté ocultárselas al Señor Tanaka, él se dio<br />

cuenta. Después <strong>de</strong> recoger el pescado y cuando ya estábamos <strong>de</strong> nuevo en<br />

camino, me preguntó qué me pasaba.<br />

—¡Pobrecito pescado! —dije yo.<br />

—Te pareces a mi mujer. Cuando ve los pescados ya están muertos, pero si<br />

tiene que cocinar un cangrejo todavía vivo, se le llenan los ojos <strong>de</strong> lágrimas y les<br />

canta <strong>una</strong> canción.<br />

El Señor Tanaka me enseñó <strong>una</strong> cancioncilla —en realidad casi <strong>una</strong> pequeña<br />

oración— que pensé que se habría inventado su mujer.<br />

Ella se la cantaba a los cangrejos, pero nosotros adaptamos la letra a la<br />

lubina:<br />

Suzuki y o suzuki!<br />

Jobutso shite kure!<br />

¡Lubinita, oh lubinita.<br />

Corre, corre, enseguida serás Buda!<br />

Luego me enseñó otra, <strong>una</strong> nana que yo no conocía. Se la cantamos a <strong>una</strong><br />

platija que ocupaba sola <strong>una</strong> cesta, con sus ojos, como botones, girando a ambos<br />

lados <strong>de</strong> la cabeza.<br />

Nemure yo, iikereiyo!<br />

Niwa ya makiba ni.<br />

Tort mo hitsuji mo.<br />

Minna nemureba.<br />

Hoshi wa mado kara.<br />

Gin hikari o.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!